Colección Grandes Maestros Españoles

Que veinte años no es nada

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Aunque este tipo de generalizaciones sean siempre muy arriesgadas, me atrevo a decir que la prematura muerte de Juan Crisóstomo de Arriaga y Balzola (Bilbao, 1806-París, 1826) es posiblemente la mayor desgracia de la Historia de la Música en España. Sólo cabe lamentarse por los niveles a los que podría haberse alzado un músico que a los 20 años de edad ya había compuesto obras de tal madurez y superior interés como las incluidas en este espléndido disco, ejemplo una vez más del mimo con que el sello Ensayo cuidaba todas sus producciones (en este caso, la English Chamber Orchestra, Jesús López Cobos y el Rasoumovsky Quartet). El lamento por lo que pudo ser y no fue debido a una trágica enfermedad pulmonar viene justificado porque Arriaga pudo haber sido la punta de lanza de un proyecto de asimilar la música española a la centro europea, en el sentido de cultivar géneros que, como la sinfonía o la música de cámara, supusieron siempre una asignatura pendiente para la sociedad española. Los escasos alicientes que la vida musical española ofrecía para estas composiciones y la apabullante tiranía de la música teatral provocaron que se puedan contar con los dedos de una mano los cultivadores nacionales de la sinfonía (Marqués, Bretón) y de la música de cámara más allá de circunstanciales piezas de salón (Bretón, Chapí) durante el siglo XIX. Arriaga, merced a la posibilidaddeasistirasus15 años en París a las clases de la École Royale de Musique (gracias a los apoyos económicos de un grupo de admiradores bilbaínos y a la recomendación del sevillano Manuel García), entró en contacto directo no sólo con la música de Mozart (basta escuchar los primeros compases de la sinfonía para recordar los primeros de La flauta mágica) y Haydn, sino con la de Beethoven, Schubert y del propio Cherubini, su maestro de contrapunto.

De ahí los aires schubertianos de la sinfonía y los beethovenianos de los cuartetos, toda una obra maestra de la forma y de la expresividad.

Más allá del modelo establecido por Haydn, Arriaga extrae de las lecciones de Cherubini y de los modelos románticos el modelo de un lenguaje musical que, sin ser del todo romántico, va un paso más delante de los presupuestos expresivos del Clasicismo. El paso definitivo hacia un Romanticismo pleno, apuntado en el Allegro conmoto de la sinfonía, en el Allegro del cuarteto nº1o en algunas de las escenas líricas (Herminie o Agar en el desierto) es lo que el inflexible bacilo de Kochnos dejó sinconocer.

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