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"El morbo me haría vender más libros pero me colocaría en una posición reprobable"

  • La autora de 'El bulevar del miedo' o 'Velódromo de invierno' presenta en Granada 'La faz de la tierra', una historia sobre el maltrato, los demonios familiares y los complejos infantiles

Juana Salabert le debe a Julio Verne y Allan Poe lo que los niños de hoy a Harry Potter. "Ellos han sido toda mi educación sentimental". Hija de un ensayista y traductor de Verne y fiel enamorada desde los 9 años de la escritura magnética de Poe, la autora dice leer de todo, "menos la novela rosa y la del Oeste". Le gusta también, confiesa, la saga de J. K. Rowling: "Me alegra que los críos vuelvan a descubrir gracias a estos libros el placer de la lectura, de ponerles rasgos a los personajes, de imaginártelos a tu modo". Ayer Salabert presentó en Granada su último libro, La faz de la tierra, una historia de demonios familiares, de maltrato y de complejos infantiles.

-En 'La faz de la tierra' vuelve a hablar de un lugar que podría ser igual un infierno que un paraíso...

-En todos mis libros hay elementos que son malos por sí mismos, como pueden ser el totalitarismo o la violencia, pero yo no quería ni En la faz de la tierra ni en ninguna de mis anteriores obras que todo fuera blanco o negro sino que me interesa buscar todo lo que es complejo de la condición y la psicología humana.

-Habla aquí de violencia de género. ¿Ha investigado con la misma intensidad sobre este tema como es costumbre en sus anteriores novelas?

-Por desgracia todos los días nos desayunamos con un horror. No he leído absolutamente ningún estudio sociológico y además fue algo voluntario. Un escritor es en cierto modo como un niño: todo lo que vives, ves, escuchas o lees a tu alrededor te marca. Parece que el machismo, en lugar de retroceder, avanza... La imagen que se me presentó en mi cabeza, que es como a mí me nacen las novelas, de una mujer joven huyendo de su marido por una situación de maltrato era tan intensa que preferí dejarme llevar por el instinto.

-Huye del morbo en su novela.

-Me hubiera parecido macabro, desafortunado y hasta indecente manejar morbosidad en un tema tan doloroso como éste. Quería darle un tratamiento más sutil al drama de los personajes, de la protagonista, y rehuir absolutamente ese tipo de morbo que a lo mejor haría vender más ejemplares pero me colocaría en una posición moralmente reprobable.

-Tanto es así que el maltratador que usted retrata no tiene nada que ver con el típico personaje odioso y grotesco. Parece un ser inofensivo...

-Es que también tenemos muchos prejuicios y muchas ideas tópicas al respecto de los maltratadores o de las víctimas de maltrato. Efectivamente tenemos tendencia a imaginarnos un maltratador grotesco, brutal, casi de encefalograma plano, y si fuese así creo que sería un problema de más fácil resolución, pero es que la violencia de género se da en todos los ámbitos sociales y culturales. En el caso de Álvaro -el protagonista- es alguien con muchas carencias infantiles por su mala relación con la madre pero efectivamente es ante todo un ser débil y vulnerable que además se sabe maltratador.

-"La mañana que debía devolverme a la vida, pero me envió al sueño de la muerte, arrancó helada y ventosa". Después de esa frase es difícil dejar de leer. Ela, la protagonista, quiere ser piedra para no sentir. ¿Lo consigue?

-Ella tiene una especie de pequeños desfases neurológicos que le hacen ser muy sensible, muy capaz de ver más allá de las cosas y de los seres. Cuando es pequeña quiere ser piedra para soportar el dolor de la pérdida de la madre pero huye precisamente para no tener que convertirse en piedra, para afrontar de nuevo su vida. Huye hacia ella misma, no de sí misma. No escapa de su destino cuando toma ese autobús, sino que marcha precisamente para retomar la ilusión por la vida.

-Es la historia de una familia completa. ¿Llena de luces y de sombras?

-Por supuesto todos tenemos, las familias y los individuos, luces y sombras, lo que pasa es que aquí al final de la novela el lector descubre bajo la perfecta fachada de uno de los personajes zonas insoportablemente oscuras detrás que la mayoría de la gente, quiero creer, no tenemos. Pero sí es una historia sobre los demonios familiares y, sobre todo, los silencios. Hay cosas que nunca se deben de callar porque si te las callas luego terminan estallando como una carga de dinamita.

-¿Es, quizás, la más emocional de todas cuantas ha escrito?

-Es posible que sí. No sabría decir porque siempre es dificilísimo con cada nueva novela. Yo nunca pierdo del todo el contacto con todo lo que he hecho pero digamos que la última es la que te toca más el corazón. Creo que sí he conseguido en esta novela abordar los conflictos de las relaciones humanas, amorosas y familiares y el trasunto para mí fundamentalmente son las emociones y la intimidad.

-También es reivindicativa.

-Es una novela que reivindica el derecho a la imaginación y el derecho a ser diferente. Este es un mundo cada vez más aterrador, no sólo por la violencia doméstica. Hay compañeros de clase que acosan a otros por la red... El niño gordito, el que lleva gafas... ¿Qué tipo de sociedad estamos haciendo?

-Tiene una novela por terminar...

-Sí, estaba escribiendo otra novela y ésta vino a cruzarse por medio y me enganchó. Yo creo, al menos en mi caso, que siempre me doy cuenta de cuándo tengo que seguir mi instinto y en esta historia veía los rasgos de los personajes, me despertaba pensando qué va a sucederles hoy... Notas siempre que una historia va a funcionarte cuando te acuestas pensando qué va a pasar con tus personajes al día siguiente de una forma casi obsesiva y angustiosa pero a la vez placentera.

-Recupera la ciudad imaginaria de Finis. Supongo que le permite mayores licencias que Madrid o Granada...

-Un territorio imaginario te da muchísima libertad. Yo me he movido muy a gusto en Finis, a la que voy añadiendo cada vez más rincones, más plazas... Es un conjunto de trozos de ciudades en las que he pasado tiempo o vivido y a la vez rincones absolutamente imaginarios. Para mí es una geografía inventada en la que me siento a gusto.

-¿Le gusta tanto como para irse allí a vivir?

-No estoy tan segura porque aunque pueda cambiarla tiene cierto peligro, como todos los lugares imaginarios. Te pueden atrapar y ya no salir nunca de ellos.

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