Análisis

Gumersindo Ruiz

“Pequeñas cosas como esas”

Este fin de semana se ha celebrado la edición 60 de la Munich Security Conference (MSC) y la publicación de su informe sobre seguridad en el mundo, que lleva el expresivo título: ¿Perder-Perder?, resumiendo la opinión de que el descrédito de la cooperación internacional y la política del enfrentamiento lleva a un retroceso general, y seguramente dentro de diez años se vivirá menos seguro y económicamente peor. Los países miran hacia dentro, a las dificultades internas, a las desigualdades y falta de expectativas que provocan inseguridad, y recelan de lo que puede ofrecer una política exterior confiada y abierta. Esta espiral inversa hacia la nada hace decir a Christoph Heusgen, presidente de la MSC, que es preciso identificar algo más que unas pocas razones de esperanza en el horizonte, y luchar por un cambio profundo en la cooperación internacional.

Pero no en todos los países se ve igual. El optimismo en Japón, Alemania y Reino Unido está por debajo del 20% de las respuestas, en Estados Unidos un 30%, mientras que en India o China, por encima del 60%, coincidiendo con la percepción –desde dentro y desde fuera– de que estos dos países ganarán poder en los próximos años. Los países muestran en general cierta inclinación a cooperar con otras democracias, aunque ganen menos en el intercambio; sin embargo, ven en China un “liberalismo económico predatorio”, y a Rusia como una “potencia políticamente muy agresiva”, y de todos los países del informe, sólo China, India, Sudáfrica, muestran claramente deseos de seguir colaborando con Rusia aunque ganen menos que su contraparte. También en el Índice de Múnich, los países democráticos más ricos (el G7 más la UE) ven a Rusia como un gran riesgo, en el puesto 4 de 32 riesgos, donde China es el 11, e Irán el 12.

La muerte de Alexei Navalni estaba anunciada desde que Vladimir Putin mandó envenenarlo con el gas Novitchok, fue tratado en Berlín y volvió hace tres años a Rusia donde, con cargos que muestran la burla que es en ocasiones lo judicial, fue encarcelado en unas condiciones que acabaron con su vida. De esta forma Putin pone fin a sus opositores, bien matándolos, encarcelándolos, o sacándolos de las elecciones como hace con el pacifista Boris Nadezdin. Lo peculiar es que Navalni volviera a Rusia sabiendo lo que le esperaba, y reconociendo entonces en un vídeo que quizás no sobreviviría a la prisión. En el emotivo librito de Claire Keegan Small Things Like These (no recomiendo la versión en castellano), el protagonista, Furlong, un pequeño empresario con un almacén de leña, padre de cinco hijas, que se mata trabajando en una pequeña ciudad muy conservadora, de la Irlanda deprimida de los años 80, toma una decisión que no puedo contar por si alguien quiere leer la novela, y piensa en las consecuencias, lo que le va a caer encima, pero también que lo peor que le podría haber ocurrido ha quedado atrás, y es no haber hecho nada y vivir con ello el resto de su vida. Alexei Navalni era un grano de arena en el cruel y maléfico engranaje de Putin, pero, como piensa Furlong, son “las cosas pequeñas que se hacen y las que se rechaza hacer, cuando se van añadiendo, lo que da sentido a una vida” –aunque a Navalni le ha costado la suya.

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