AQUELLO que se escribió hace mucho tiempo en esta columna de la mediocridad existente en el fútbol español, por lo que fui, para variar, duramente criticado, es algo absolutamente aceptado ahora. Ejemplos tan estruendosos como los de Schuster y Koeman confirman mi predicción. Los dos entrenadores que van a alcanzar la gloria en la Liga y la Copa son, desde mi humilde punto de vista, los dos ejemplos menos imitables de cómo deben ser los técnicos de equipos grandes. El Atlético de Madrid, que por fin está en Champions, a su entrenador lo animan para que se vuelva a México. Al del Getafe, Michael Laudrup, que ya se pelean por él toda la constelación de clubes, lo pone en su sitio una persona muy querida por mí y conocida en Granada como es José Ángel Moreno, con un equipo descendido y que no cobra desde hace más de un año. La misma mediocridad se manifiesta en Segunda A, donde se tiene la certeza de que algunos clubes no tienen interés en subir y únicamente el Numancia, con cuatro pesetas y un buen trabajo, está dando una lección de que todos los sueños se pueden alcanzar.

Y bendita la mediocridad de la Segunda B, que nos permite ilusionarnos y hacer cábalas para que nuestro Granada CF alcance esa cuarta plaza que tantos conjuntos han despechado. Es increíble ver lo poco que les ha costado a los de arriba mantenerse en esos puestos. Y de nota lo del Águilas, cuya aspiración era no pasar apuros, y notable la remontada del Ceuta, a pesar de sus tres entrenadores. Lo que sí hay que reconocer es que la mediocridad de los equipos buenos se hace menos intensa en los puestos de descenso, donde se produce una lucha como hace bastante tiempo que no veíamos. De momento, me alegro pensando en el ambientazo que puede haber en unos días en la Ciudad Deportiva del Real Betis.

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