paso de cebra

José Carlos / Rosales

Billetes elegantes

CUANDO llevas un tiempo de viaje, de aquí para allá, haciendo y deshaciendo maletas, tu país se va quedando cada vez más lejos, disminuye su perfil o tamaño y se vuelve borroso o impreciso. Tu país, qué expresión tan rara, como si un país pudiera ser tuyo sólo por el azar de haber nacido en él. Y más ahora, cuando te llegan tan malas noticias de ese país que llamas tuyo: camarillas de banqueros repartiéndose rescates y retiros de lujo, políticos a la greña en salsa de soberbia sobre un lecho de mentiras en su jugo, todos contra todos, qué más da que suban las cifras del paro, que cierren la humilde biblioteca de un barrio, que nadie nos tome en serio en las cancillerías del mundo. Qué ruido tan triste el que llega de España mientras haces una maleta, buscas una toalla, guardas unos zapatos.

Y en medio de todo ese trajín, entre maletas, zapatos y camisas, aparece de pronto tu monedero antiguo, el que usabas hace cuatro meses, y te tropiezas con dos billetes que llegaron contigo desde España: uno de 50 euros y otro de 5. Llevabas sin verlos mucho tiempo, casi te habías olvidado de cómo eran esos billetes tan elegantes, tan técnicamente perfectos, diseño prodigioso y simbólico del austriaco Robert Kalina: ventanas en el anverso y puentes en el reverso, metáforas de apertura y comunicación, nada de padres de la patria, de nombres ilustres, que no hubiera celos nacionales, nadie sería más que nadie en la nueva Europa monetaria, todos unidos y modernos, todos felices, como los billetes del euro, metáforas y símbolos, cada uno de un tamaño, de menor a mayor, pluralidad y progreso, todo un sueño, aquel que empezó el 9 de mayo de 1950 con Robert Schuman y su propuesta de una Europa integrada, un sueño que ahora se podría quebrar.

Durante todos estos meses has usado billetes de dólares y sabes que son un poco toscos, menos sutiles, no están tan sobrecargados de colores y metáforas, todos son del mismo color y tamaño y no resultan tan elegantes o vanidosos como los billetes del euro, ya ves, en EEUU los billetes van de un dólar a cien mientras que en Europa van de cinco a quinientos euros: ¡Ah, el euro, qué afán de superioridad! Demasiada elegancia para tan escasa coordinación y voluntad de apertura o progreso. Porque los billetes más valiosos del mundo nunca lo fueron por su diseño (eso sólo vale para concursos de filatelia o numismática), lo fueron por la confianza que sus entes emisores lograban generar en el mundo, por la capacidad productiva de los países en que nacieron, por su voluntad de mantenerse a flote. Miras los billetes de tu monedero antiguo: ojalá que no te hayan convertido en extranjero cuando vuelvas con ellos a tu país (de origen).

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