El micro-ondas

Agustín Martínez

Botellón autóctono

TRAS escuchar a nuestro 'arcarde' no menos de media docena de veces aún no he salido de mi estupor. Tras el revolcón judicial recibido por Torres Hurtado en su pretensión de prohibir el botellón que el pasado viernes reunió en Granada a más de quince mil jóvenes -la jueza vino a decir que quien construye un botellódromo no puede pretender impedir que en el mismo, se celebren botellones-, José Torres Hurtado se descolgaba el lunes con la peregrina explicación de que Granada ha construido esa instalación para que en ella se 'cuezan' los chavales autóctonos, pero no los de toda España.

Semejante dislate sólo puede ocurrírsele a quién ha perdido el oremus o, aun peor, a quien, como nuestro 'arcarde', viene manteniendo desde hace años uno de los discursos del peor localismo autárquico que se recuerdan.

En los peores del tiempo del franquismo, cuando más allá de los Pirineos nada querían saber de nosotros, el Régimen se escudó en una política de aislamiento que, si bien no era elegida sino impuesta por la comunidad internacional, se vendió para el consumo interno en que nada necesitábamos de fuera y que lo mejor -hambre, miseria y tercermundismo- ya lo teníamos aquí.

Pues eso, que, salvando las distancias, el discurso de Torres Hurtado se parece peligrosamente al de aquellos años . Y no sólo en tema del botellón sino en otros muchos en los que nuestro regidor ha defendido el localismo más casposo y cateto, impropio para cualquier lugar y muy especialmente para una ciudad tan universal como la nuestra.

Porque, de seguir las pautas del argumentario botellonil del 'arcarde', podríamos concluir que el Corpus, la Semana Santa o el Festival Internacional de Música y Danza sólo lo organizaríamos para el disfrute y solaz de los granadinos y no de esa patulea de gentes que nos llegan desde todos los lugares de España y del mundo; que la Universidad, el aeropuerto o la futura estación del AVE sólo podrían ser utilizados por los poseedores del DNI que acrediten domicilio en nuestra ciudad; o que las visitas al Albaicín, la Capilla Real, Sierra Nevada o el futuro Centro Lorca estarían vedadas a toda aquella persona no nacida a la vera del Genil. Y no es eso.

Por todo lo anterior, rogaría a don José que piense, antes de dejarse llevar por arrebatos de tetosterona, cuando jueces, fiscales, y demás personal -seguramente no autóctonos de Graná-, no le digan "sí bwana" y, sobre todo, que piense en Granada.

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