Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Decadencia

EL Ferial de Almanjáyar se nos ha quedado grande como el traje de un hermano mayor. Igual que anchos y excesivos se quedaron los nueve o diez días del Corpus, que ya fueron drásticamente reducidos hace un año. Eso significa que la avidez festiva de los granadinos (o incluso el número de granadinos con afán de Corpus) ha descendido extraordinariamente en los últimos tiempos. O se nos han encogido las ansias de baile como si estuvieran fabricadas con tejidos baratos. ¡Qué panorama tan triste! El alcalde, apelando a la ley seca en un bando; los rocieros, bebiendo medio clandestinos en fincas privadas; las fiestas de algunos barrios sometidas al imperio del agua ferruginosa; el censo, descendiendo en picado; los vecinos, reclamando silencio; los adultos, arremetiendo contra "esa juventud". Etcétera.

Se dirá con razón que, una a una, son peticiones razonables e incluso buenas. Pero en conjunto modelan el espíritu de una ciudad que aspira a convertirse en mausoleo. "Granada es una ciudad de 245.000 cadáveres (según las últimas estadísticas)", por decirlo con versos de Dámaso Alonso. Y conforme se transforma en tumba (silenciosa, liberada del alcohol, sin jóvenes, antigua y marmórea) va abreviando sus días de ferias, soltando el espacio que ya no ocupa, justo lo contrario que otras provincias del entorno donde prevalece el sentido de la diversión y un orgullo provinciano pero rutilante. Hasta que la ciudad deje de respirar y se pliegue sobre su mortaja.

En el proceso se percibe cierto sentido del pudor. El Ayuntamiento ha determinado cubrir con carpas los espacios que antes ocupaban las casetas de baile abandonadas en el último año. Para que los huecos pasen desapercibidos y no se note la huida. Y también va a contratar a grupos rocieros y a comparsas para que contagien la alegría a los melancólicos, profesionales de la animación para amortiguar, por contraste, el tono mortecino de la fiesta. Aunque tampoco una feria más frecuentada sería un síntoma inequívoco de vitalidad ciudadana, qué va.

Con este panorama, el argumento de la feria no tiene peso para modificar los criterios políticos. Entrar en la Vega con el pretexto de buscar una ubicación para el Corpus no sólo violenta las reglas urbanísticas sino que carece de peso moral. La invitación que Torres Hurtado ha hecho al PSOE para buscar un nuevo emplazamiento tiene más que ver con razones financieras (los 700 euros diarios aproximadamente que el Consistorio paga por retener unos terrenos que pertenecen a la Junta de Andalucía) y, de rebote, urbanísticas, que con el objetivo de remediar las necesidades de una feria decadente.

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