Cambio de sentido

Dejar de hacer

Estos locos tiempos mucho nos convocan a hacer, volver a hacer, dar resultados, cumplir, responder...

Sobre el año 1000 de nuestra era, Sei Shonagôn, dama de la corte de la emperatriz Sadako, escribía El libro de la almohada, obra exquisita y cumbre de la literatura japonesa. Se trata de algo así como un diario. El libro está, como los cuadernos y la agenda de cualquiera, lleno de listas. Las titula así: Cosas que emocionan, Cosas que suscitan una profunda memoria del pasado, Hierbas y arbustos, Temas poéticos, Encontrarse con el amante, Cosas que no pueden compararse. Reviso las mías, que elaboro a diario con fruición: Cosas que hay que emprender en un rato, Llamadas perdidas, Entregas pendientes, Asuntos urgentes, Artículos del súper, No te olvides de, Cosas que estaría bien que. Qué diferentes los listados de ahora, llenos de innúmeras faenas sin pausa, prisas, acaboses, plazos, alarmas. Ya lo sabemos: estos locos tiempos mucho nos convocan a hacer, volver a hacer, dar resultados, cumplir, responder, comparecer. Abro un listado nuevo. Título: Dejar de hacer.

Seguro que a la lista Dejar de hacer ya le han puesto un nombre, probablemente en inglés, y rentará a los gurús de turno. Ya hay restaurantes del movimiento slow -basan su concepto en no engolliparse; santones del mindfulness -que te cobran por recordarte que hay que estar en lo que se está- y del jobfulness, que así llaman a hacer del trabajo, como diría el poeta, un "taller verdadero", y otros conceptos en grageas de venta en parafarmacias. Hasta la canción del verano, de ritmo y rimas obligadamente machaconas y caliosas, vende parsimonias de pegolete.

Los días de estío -a no ser que optemos por llenarnos los vacíos de actividades lúdico-chinantes- tienen algo de pausa, de punto y aparte, de fin de año. De no va más. También de relajación de las costumbres y buena ocasión para aprender a no hacer o a hacer lo que hay que hacer de otra manera. Porque somos tiempo y el tiempo es oro y el oro se compra y vende y se roba. Pero también se dedica y se regala.

Ahora que es la hora de la pausa, es buen momento para empezar la larga lista de Dejar de hacer. Dejar de hacer en lo posible, avivar las horas muertas. Y a estilo compadre, sin chuminadas.

Para empezar, dejo de hacer por hoy este artículo; la amiga ya anda cacharreando en la cocina, y el amigo se brinda a acercarme en su coche al wifi más cercano para que yo pueda enviarles la columna. "Ya acabo", les digo. "Déjate -responden-. Dale tiempo al tiempo".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios