Manías

erika Martínez

España, caja negra

COMPRÉ ya roto mi televisor. No lo hice en un alarde retorcido de esnobismo. Sencillamente no me di cuenta o tardé en darme, y lo dejé pasar, quitándole importancia a los apagones súbitos y las elipsis que producían unos cables defectuosos en informativos y películas. Hasta que me fui acostumbrando, a veces creo que enamorando del problema. Ayer, el problema cambió. En vez de emitir unos segundos inesperados de vacío (¿puede emitirse el vacío?), la pantalla se congeló y se mantuvo así durante un tiempo indeterminado que en Andalucía llamamos siglos. La imagen congelada era la de una sesión de nuestro no-Parlamento. Como por arte de magia, los diputados se quedaron detenidos en el tiempo con el gesto al aire, señalándose unos a otros. Parecía que se podía meter la mano y hasta el cuerpo entero para husmear entre sus fantasmales efigies en busca de las razones, voluntades e intereses que se ocultan debajo de tantas chaquetas y peluquines, dentro de los bolsillos y más allá de las cremalleras. Y daban ganas de decirle a más de uno lindas cosas al oído y acariciarles un poco a todos el aire de paripé. La caterva parlamentaria se convirtió, gracias a mi plasma de oferta, en un museo de cera o un fingido escenario paisajístico de animales embalsamados: la huidiza culebra hocicuda o Vipera Rajoyensis, el nuevo sabueso español o Canis Podemita, el desorientado rebeco de cola corta o Bovidus Sánchez, el diezmado sapillo naranja o Anfibius Ciudadanus. Por no hablar de ciertos micromamíferos nacionalistas o de los persistentes buitres barbados o quebrantahuesos, que presentan en nuestra fauna diferentes colores. Ah, el Museo Ibérico de la Naturaleza Política.

Dice el japonés Hiroshi Sugimoto que la fotografía se transformó para siempre el día que los jueces dejaron de considerar una imagen como prueba de verdad. Quizás fue desde entonces la fotografía menos falsa que nunca, más libre para asumir la naturaleza específica de su verdad, emancipada al fin de su cansina obligación testimonial. En virtud quizás de dicho efecto, la imagen fija y ligeramente temblorosa del Parlamento nos hace cada día que pasa más visible su artificio, dándole a la ex institución cierto aire de caja negra, de objeto capaz de revelar las verdades de nuestro accidente político.

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