Pitido final

Juan Prieto / Deportes@granadahoy.com

El Estudiantes me cae muy mal

Estoy harto de escuchar las simpatías que despierta el conjunto madrileño. Hasta que acabe la Liga, no los soporto

ESTOY un poco harto de escuchar las simpatías que el Estudiantes despierta y la pena que les da a muchos de que puedan perder la categoría. Desde Madrid tratan de difundir el mensaje de los sesenta años de historia, de la filosofía del club, de su gran labor con la cantera, de que si jamás ha descendido y demás milongas. A mí todo me parece demasiado encaminado a sensibilizar a la ACB y, sobre todo, al trío arbitral que dirija el decisivo encuentro. Confieso que hasta hace poco menos de un mes yo también tenía apego por esta entidad. De hecho, mis equipos favoritos en el baloncesto español siempre han sido el Estudiantes y el Joventut... después, claro está, del Oximesa y, ahora, del CB Granada. Pero desde que se convirtió en nuestro rival directo, lo siento por todos los 'dementes', pero deseo fervientemente que el sábado descienda a la LEB en el Palacio, porque ello supondría la permanencia del CB Granada.

A día de hoy, y hasta que se certifique de forma matemática la presencia del club rojiverde en la ACB, el Estudiantes me cae mal. No lo soporto, y espero que pierda por 30 puntos, como mínimo. Que se fastidien, que me duele mucho más que el posible defenestrado sea el CB Granada. Después, si hace falta, tendrá todo mi apoyo e, incluso, estoy dispuesto a hacerme socio para aportar mi granito de arena con el fin de que regrese cuanto antes a la élite, tras pasar un añito en el infierno. De momento, ni John Pinone, ni Wislow, ni Orenga, ni Pepu... ni leches. Y que conste que ellos ya nos deben un favor a los granadinos, cuando hicieron historia al conquistar en 1992 la Copa del Rey en el entonces recién construido coliseo del Zaidín, donde la 'Demencia' pasó de ser una simple peña a convertirse, según ellos, en un fenómeno social. La afición local se volcó con los estudiantiles por encima de los demás. De todo ello han pasado ya 16 años, y todavía no nos han devuelto la cortesía. El sábado es un buen momento para ello.

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