La esquina

josé / aguilar

Euforia ciudadana

EL triunfo de Ciudadanos en las elecciones andaluzas ha supuesto la consagración definitiva del pequeño partido fundado por Albert Rivera en la escena nacional y un avance tremendo en el camino que ha de llevarle, si no se tuerce, a su ambición implícita: convertirse en el partido-bisagra que atempera y centra a los mayoritarios y puede ayudarles a liberarse de los chantajes nacionalistas.

Los nueve diputados conseguidos en el Parlamento de Andalucía -partiendo de cero- constituyen un gran éxito en sí mismos, pero también tienen un efecto multiplicador. Bastan dos datos: gracias a los nueve escaños Ciudadanos ingresará unos 90.000 euros al mes -la mitad del presupuesto global mensual del partido- y en tres días han atraído mil nuevas afiliaciones. Sin contabilizar las que se preparan desde las filas agrietadas de UPyD, en proceso de autoliquidación asistida por su máxima dirigente.

Aunque resulta bien complicado digerir la derrota, la digestión de una victoria también presenta dificultades. Por un lado está la arrogancia que nubla el entendimiento y lleva a sobrevalorar la posición real que se ocupa en el mundo; por otro, la anestesia que generan la avalancha de votos y el aluvión de conversos. Se puede morir de éxito. Basta con gestionar la victoria con un exceso de euforia y un déficit de frialdad y racionalidad.

Tengo que decir que los dirigentes de Ciudadanos parecen precaverse contra los peligros que acechan a su pequeño partido. Han tomado tres medidas preventivas muy convenientes: en los últimos meses rechazaron cuatrocientas peticiones de afiliación tras identificar a los aspirantes como miembros de la especie de los saltimbanquis de la política (esos que ya han pasado de un partido a otro en busca del acomodo que nunca encontraron), han cerrado los censos de militantes a fin de que ninguno pueda ser candidato en ninguna lista si no tiene seis meses de antigüedad -aunque, a decir, verdad, admiten excepciones a la norma, lo cual siempre es un riesgo- y no van a aceptar tránsfugas, de modo que diputados, alcaldes o concejales que pretendan incorporarse a sus triunfales filas habrán de devolver sus actas al partido gracias al cual las obtuvieron y empezar en Ciudadanos desde la base.

Eso se llama aprender de la experiencia de otros partidos que han vivido en el pasado procesos de mala digestión del éxito. Que los laureles no cieguen a Ciudadanos.

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