Cámara subjetiva

ángeles Mora

Ioana y la luz

ESTA fiesta para la literatura llamada Feria del Libro nos une cada primavera en Puerta Real en torno a los escritores venidos de fuera o de aquí mismo. Voy a hablar de una escritora especial: Ioana Gruia.

De niña vendía tiempo, nos lo contó en una preciosa novela de iniciación (La vendedora de tiempo), ahora nos regala luz. La luz, como se puede apreciar a simple vista si se la mira, la irradia ella misma, que es como un sol lanzando sobre nosotros los rayos de su mirada. Luz que también encontraremos en los poemas del libro que ha traído a esta Feria: El sol en la fruta y su traducción francesa, Le soleil sur le fruit.

Ioana, aunque nació en Bucarest en el año 1978, llegó a Granada con 17 años y lleva aproximadamente otros tantos años aquí, así que se puede decir que ya es tan granadina como rumana. O sea, que ya es, de alguna manera, también nuestra. Y no sólo lo dicen estas cuentas que se me ha ocurrido ajustar, sino que lo corrobora la lengua de sus poemas. Ioana escribe con tanta soltura en castellano como cualquiera de nosotros. Es decir, no como cualquiera, sino como una elegida de las musas de la literatura (o de la prosodia de la lengua, esa que hace y deshace escritores o escritoras).

Ioana Gruia es investigadora y docente en la Universidad de Granada. Su primer libro de poesía, Otoño sin cuerpo (2002), quedó finalista en el Premio García Lorca para estudiantes. Con El sol en la fruta, que obtuvo en su momento el Premio de Poesía Andalucía Joven, nos sorprendió a todos, especialmente por la gran capacidad poética que demuestra, por su inteligencia para unir reflexión y sensualidad, emoción y conocimiento. Todo desde un lenguaje sencillo, desde una espontaneidad -elegida- que surge con naturalidad. Sin duda es un libro que goza de la frescura y de la luz que el sol refleja en la fruta, así que no podía estar mejor puesto el título, que encierra una de las metáforas principales de estos poemas empeñados en atrapar no sólo la belleza y la pasión del instante sino esa sensación de fugacidad del momento mágico, que se nos va escapando casi al mismo tiempo que sucede, dejándonos su herida para siempre: el "instante pájaro" lo llama en el poema segundo del libro: "Canción para un instante".

Hoy tengo en la mano Le soleil sur le fruit, que acaba de publicar la editorial L'Harmattan (edición bilingüe). Otra lengua, el mismo sol, la misma luz que irradia Ioana Gruia.

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