La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Nativos: prohibido comer solo

El turismo masivo impone la persecución del comensal solitario. La ‘xenofilia’ genera ‘nativofobia’

Restaurantes de Barcelona impiden sentarse sin acompañantes. Locales de la calle Blai y del Eixample rechazan a clientes únicos en sus mesas. La pospandemia y el turismo masivo alteran las políticas de asiento en hostelería”, leo en El País. La pospandemia ha establecido nuevos usos y costumbres en la hostelería en forma de reservas, colas, tiempos cronometrados o mesas altas con taburetes. Y a ello se ha sumado el turismo masivo como clientela preferente. En la información de El País Noelia Ramírez cuenta como un atribulado y famélico barcelonés fue rechazado hasta en tres locales en los que había mesas libres: “En la primera terraza que conseguí mesa, rápidamente llegó un camarero y me dijo que estaba reservada. No lo estaba. En cuanto me levanté, se sentó un grupo de guiris que estaban detrás de mí. En la siguiente, me advirtieron de que solo tendría 20 minutos. En la tercera y última me dijeron directamente que la terraza solo era para grupos”.

Lo mismo puede vivirse entre nosotros. Sitio hubo en el que los nativos podían tomarse en el mostrador o sentados en sillas en torno a mesas unas tapas o raciones y ahora hay que reservar y/o hacer cola para encaramarse con el tiempo medido en las dichosas mesas altas. Ahora llega la persecución del comensal solitario. A más gente y menos tiempo en torno a la mesa más ganancias.

La xenofilia genera nativofobia. El turismo masivo nos está haciendo vivir situaciones neocoloniales en las que los turistas son los sahibs y nosotros, los indios. Y no brahmines o kshatriyas (sacerdotes, sabios, gobernantes y guerreros) sino más bien dalits (parias). Los nativos son invitados a abandonar sus lugares de residencia por los pisos turísticos, la carestía de los alquileres, la desaparición de los comercios de proximidad, la conversión de las calles en comederos al aire libre… E invitados a no sentarse solos para tomarse una cerveza o cenar.

En mi calendario de relecturas anuales –Verne en septiembre, Dickens en diciembre o Proust en marzo– mi Joseph Conrad de este agosto es Azar. Se inicia con Marlow desembarcando para almorzar en una posada ribereña donde se encuentra con otro hombre de mar “que daba cuenta de su almuerzo en digna soledad”. Si hubiera desembarcado en Barcelona le sería difícil ver a alguien almorzando en esa digna soledad.

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