A nadie le sorprende lo que nos cuentan los biólogos de cómo los microrganismos patógenos se ceban con los humanos cuando estos se encuentran con las defensas bajas o, como se dice en términos técnicos, con el sistema inmunológico deprimido. De hecho, hay una cierta paradoja moral en este proceso natural. Le atribuimos al patógeno un comportamiento amoral o antisocial y al humano lo contrario, de tal suerte que suponemos que no es un rasgo muy humanitario aprovecharse de la situación de debilidad de otro para sacar ventaja o beneficio propio. Cierto es que entre patógenos y humanos no resulta nada difícil tomar partido, pero la cosa cambia cuando se trata de situaciones en las que se relacionan iguales.

En estos días, hemos estado excitadísimos con la visita que el President de la Generalitat de Catalunya ha realizado al Presidente del Gobierno de España. Para la mayoría el saldo de la visita era la 'crónica de una muerte anunciada'. Nada se podía esperar de un encuentro que se había preparado para escenificar el desencuentro y la toma de postura posterior por pate del visitante. No digo yo que el anfitrión no podría haber hecho algún esfuerzo mayor por hacer más agradable el rencuentro con su socio de Gobierno en Catalunya, pero en este caso tengo la sensación de que el visitante tenía previsto antes de llegar marcharse pronto dando un portazo. Al fin y al cabo esa es la mejor manera de demostrar a los suyos quien es el responsable de la lamentable situación por la que atraviesan en estos momentos. El problema es que en este caso no se responsabiliza a un partido o a otro de la situación, en este caso los culpables para el nacionalismo catalán somos el resto de España. En el fondo los nacionalistas catalanes hacen respecto de lo que ellos llaman el resto de España el mismo planteamiento que los alemanes hacen de los griegos, los italianos, los españoles, etc. Somos unos seres improductivos a los que ellos vienen subvencionando desde tiempo inmemorial y mientras sobraba no había problema, pero en épocas de escasez la solidaridad bien entendida debe empezar por uno mismo.

No creo que se le pueda reprochar a nadie una cierta dosis de egoísmo. Lo que resulta del todo intragable en estos tiempos es que alguien aproveche la debilidad ajena para sacar tajada. El oportunismo político más deleznable se ha instalado en la mente de aquellos que intentan sacar partido de la situación de debilidad en la que se encuentra el país. Volviendo al símil biológico del comienzo, todo apunta a que uno de los dos organismos simbióticos se está convirtiendo en un parásito.

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