Rubiales triviales

Para ganarse a la opinión pública hay que terminar aburriéndola a más no poder

El sentido común se enfrenta a varios hándicaps en el debate público. El más gravoso es que el campo ideológico está inclinado hacia la izquierda, que disfruta de una superioridad moral que mucha derecha le concede suicidamente. Pero los hay más triviales.

Uno de ellos, el prejuicio contra la insistencia o el miedo a molestar. Véase en el caso Luis Rubiales. Yo ya le había dedicado dos artículos: el primero hablando de la absoluta falta de mesura en su actuación y el segundo advirtiendo de que esa falta de mesura no equivale a un delito sexual y que la irracionalidad mimética del linchamiento mete miedo. Ya estaba dicho todo. Seguir hablando de Rubiales sería corear consignas o marcarse el Goebbels de fabricarse una verdad mediante insistencia. Como mínimo sería aburrir. Y faltar a la inteligencia a los lectores. Uno expone sus argumentos, ustedes los sopesan, están de acuerdo con unos y no con otros, y ya está. No hay que repetírselos como si fuesen sordos.

El problema entonces estriba en que los columnistas digamos en general sensatos ya empezamos al tercer día a hablar de otra cosa, pero la máquina mediática woke sigue dale que te pego, pun, pun, pun, con su matraca, y uno ya está hablando de la depresión posvacacional y los otros siguen queriendo condenar por violador a Rubiales. Por suerte para el hombre, ha salido un vídeo del autobús que le quita mucho hierro al asunto, porque, si llega a tener que esperar que le defendiésemos los que pensamos que no era un delincuente, lo llevaba crudo.

La insistencia acusadora acabaría doblando el peso de la opinión pública, ya sea porque se cree lo que le repiten o porque dice que se lo cree para que no se lo repitan más, por piedad. Apunta con razón mi sutil amigo José María Ucha que hasta que la derecha no aprenda a usar el humor ácido como hace la izquierda, no habrá forma de igualar el partido. Lo comparto. Pero a la vez que el humor, creo que hay que igualar también el aburrimiento, la capacidad de insistir con un tema cuando ya no hay nada nuevo que aportar.

Esto a mí me deja bastante fuera, porque, por un lado, no me veo gastando bromas ácidas, tipo El Jueves, contra nadie, por muy rival ideológico que sea. Y por el otro, tampoco me veo insistiendo con un tema del que había dicho todo lo que tenía que decir. Seguiré con atención la suerte de Rubiales, pero no sé qué podría añadir ya (sobre todo después del vídeo).

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