Súper Bolaños

El Mesías-César Sánchez le ha encomendado tareas de controlar y manipular a los jueces y al parlamento

En los años en que adquirí mi afición a la lectura, de la mano de los tebeos, había un personaje que me resultaba particularmente curioso, era un tal Súper-?López que parodiaba al yanqui Superman. Por una extraña asociación de ideas cada vez que veo al superministro Félix Bolaños García, que casualidad que mi abuela materna se apellidaba García Bolaños, me viene a la mente las aventuras disparatadas de ese cómic.

No sabría decirles si esta conexión neuronal proviene de la capacidad del tal López en su lucha contra los villanos del comic o más bien de la titánica tarea que el Mesías-César Sánchez, vaya que mi madre también se llamaba Sánchez, le ha encomendado al transmutado Félix en un Súper-Bolaños. Tenemos a un señor con cara intelectual, como de abogado del Estado, tras sus gafas negras y afeitado impoluto que acumula en su nombramiento a los tres poderes del estado. Nada menos que Ministro de la Presidencia (ejecutivo), Justicia (judicial) y Relaciones con las Cortes (legislativo), todo ello antes de cumplir los cincuenta años, próximo a cumplir los 48. El Mesías-César Sánchez le ha encomendado las tareas de controlar y manipular al antojo a los jueces y al parlamento, bueno a la oposición parlamentaria, a la vez que hacernos creer a los ciudadanos que lo que dice la presidencia es la ley, siguiendo el viejo precepto romano de “Quod principi placuit legis habet vigorem” (Lo que place al príncipe tiene vigor de ley) para completar el deseo del César Sánchez, a saber, “Princeps legibus solutus est” (El Príncipe, ahora presidente, no está sujeto a las leyes), según aserto de Domicio Ulpiano, el gran jurista romano del s.III d.C.

Buen conocedor de las leyes, abogado con gran curriculum, Súper Bolaños, tiene tales tareas y nos va a convencer a todos de los principios de Ulpiano: no hay que dañar a nadie y hay que dar a cada uno lo suyo, eso sí, aplicados en particular al cómico villano fugado de la justicia y autoproclamado ‘Príncipe de Catalonia’ y residente en Waterloo y Ginebra y a todos sus seguidores. Con ello todo el resto de los ciudadanos viviremos honestamente y en paz, cumpliendo el tercer precepto del derecho de Ulpiano. Y en Europa dice Súper Bolaños que eso preocupa cero, cero patatero.

El tal Domicio fue asesinado en una revuelta cuando quiso eliminar algunos privilegios de la guardia pretoriana del César. Seguro que a Bolaños no le espera tal final, aunque el Mesías-César Sánchez ya acumula otros cadáveres, figuradamente hablo, en su glorioso devenir histórico. Quizás Bolaños le acabe diciendo aquello de: Me quoque, praeses? Vale.

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