Mar adentro

Milena Rodríguez / Gutiérrez

Zarzas cubanas

DA pereza escribir sobre Cuba. Escribir sobre Cuba es como escribir en un idioma olvidado, en una lengua muerta que sólo unos pocos entienden y que muchos que dicen haberla aprendido sólo fingen que saben lo que no saben. Escribir sobre Cuba es como razonar sobre la estática, como instalarse en el eterno retorno: lo que pasa allí es siempre lo mismo, aunque parezca otra cosa.

Las últimas noticias sobre Cuba que circulan en la red y en la prensa serían esperpénticas si no fueran tan tristes; y serían muy tristes si no sonaran a dejá vu, a lo ya visto: un pobre hombre (negro y muy humilde) ha sido condenado a dos años de cárcel por decir en un video, desde dentro de la isla, que allí no hay "jama" (comida) y atreverse a pedirla; cuatro jugadores del equipo cubano de baloncesto se fugan en Canarias y piden asilo político en España; el gobierno de la isla avisa a la población de que pronto escaseará el papel higiénico (en las tiendas de dólares, claro; en las de pesos cubanos hace bastante tiempo que no existe).

Pero la noticia estrella, de la que hablan todos, es otra. Se trata del concierto de Juanes, el colombiano de Miami, que quiere cantar en la Plaza de la Revolución en septiembre y pretende que su concierto no sea político. Como siempre ocurre en estos casos, este tipo de proyectos es manipulado por un lado y por otro: el gobierno de Cuba y parte del exilio cubano (mucho más por el primero, aunque algunos crean lo contrario). Uno y otro están empujando a ver quién se queda con Juanes. El gobierno cubano lo tiene, como siempre, mucho más fácil: para que el concierto no sea político bastará con que ocurra en la Plaza de la Revolución, canten Silvio Rodríguez y otros músicos castristas y Juanes diga que está a favor de la paz, y ninguna otra cosa. La cuestión es si esa propuesta, que podría ser no-política en cualquier otro país, lo es también en Cuba. Aquella isla es como el país de la Bella Durmiente, ese que quedó embrujado e inmovilizado durante 100 años y lleno de zarzas políticas por todas partes.

En cualquier caso, está bien que Juanes vaya a Cuba y que lo oigan los jóvenes cubanos. (Aún recuerdo, en los noventa, cuando fue Sabina y, a pesar de que muchos la pedían, no lo dejaron cantar El muro de Berlín; supongo que para que el concierto no tuviera connotaciones políticas). Que vaya Juanes, pero que nadie espere que se rompa el embrujo. Después de todo, no es a los Juanes, sino a los calladísimos, a los silenciosos políticos, a quienes habría que exigirles que hablaran.

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