La audacia cínica del zorro

La declaración del President es tan falaz como los modos de hacer política demostrada por los partidos independentistas

Todo esto que pretenden hacernos creer que nace del mal llamado "referéndum de autodeterminación", del pasado primero de octubre en Cataluña va a ser; lo es ya; costoso, muy costoso. Y aún no hemos casi ni empezado. Tratar de romper en pedazos quinientos años de historia común; que son los mismos que tiene el Estado Español, primer estado moderno en Europa; como si de extraños nos tratásemos al cabo, no es una decisión que se adopte cada día. Y en todo caso habrían de adoptarla todos los españoles, que son los depositarios de la soberanía nacional, no sólo los catalanes. Esto que Carles Puigdemont proclamó en la tarde de ayer, sin proclamarlo y lo dijo sin decir, La república independiente de Cataluña, en medio de juegos de infames palabras, no es a la postre -aunque ya ha comenzado- sino romper a sabiendas familias, amistades, empresas, proyectos, historia, economía, vida diaria y futuro. El culmen del denominado Procés ha sido tomado por los políticos separatistas de Cataluña como un a modo de divorcio al uso, tras el que cada uno, cada parte, sin más, prosigue su vida por donde quiere o por donde puede, como si eso fuese posible.

Pero no, esto no es así. El estúpido proyecto -por poco medido y nada meditado- del Procés es, en la desnuda realidad, una decisión muy dolorosa para las partes. Especialmente si la decisión se adopta sobre premisas falsas, embusteras, malintencionadas, que han conducido durante mucho tiempo a un escenario paranoico. Y no se puede seguir tolerando.

Hay muchos ciudadanos británicos que están absolutamente arrepentidos del apoyo que dieron al Brexit en las urnas, quedando en un limbo británico. Y aún no se han acabado de enterar de las consecuencias que ello va a conllevar realmente en sus vidas. Ellos, arrepentidos o no, lo han decidido porque han sido -aún lo son- socios de otros estados soberanos. Y pudieron votarlo. El caso de Cataluña es otro. Cataluña no es -ni ha sido nunca- un estado soberano, ni las demás comunidades autónomas tampoco lo son hoy, la soberanía está; ya lo he dicho; en la suma de las voluntades de ciudadanos de todas las autonomías juntas, que conforman, como dice la Constitución -aún vigente- el Reino de España.

La declaración de ayer del presidente de la autonomía catalana, en el parlamento autonómico catalán, es tan falaz como los modos de hacer política que han demostrado tener los partidos independentistas. Un discurso lleno, exuberante de mentiras conscientes, de embustes agresivos, de verdades muy distorsionadas, victimista y audaz, con esa audacia del zorro traidor e histriónico, que sólo encierra desprecio a los otros, utilizando palabras como tolerancia, respeto, democracia, cuando en realidad nos estaba clavando una daga florentina, pronunciando, invocando un futuro diálogo. Hay que poner coto ya. ¿O no?

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