palabra en el tiempo

Alejandro V. García

El camelo de la austeridad

EL discurso de la austeridad suena a camelo. Todos los políticos quieren vender austeridad como en otros tiempos ya vencidos querían vender honradez. Pero hoy la austeridad vende más que la honradez. Basta mirar alrededor para comprobar cómo cala el discurso de la mesura y la continencia económica y con qué bendita resignación el electorado fiel acepta el despilfarro moral. La sobriedad determina el voto; la integridad menos, mucho menos. Es curioso: casi todos los sinónimos de austeridad apelan antes que al bolsillo a la moral: abstinencia, mortificación, penitencia, rigurosidad o temperancia. ¿De quién? ¿Sobre quiénes? Ya veremos. La campaña electoral de las municipales y las autonómicas se basó en la austeridad, una austeridad entre tramposa y siniestra. Tramposa porque, como se ha demostrado en el primer pleno de muchos ayuntamientos (el que fija los sueldos de los corporativos) los haberes son los que son y la diferencia es mínima o insignificante. La corporación que ha rebajado un 10% sus honorarios ha ampliado el número de concejales liberados. La que ha reducido los liberados ha incrementado las dietas por asistencia a los consejos de las empresas municipales. La que ha eliminado las dietas ha mantenido las asignaciones. Las variaciones son casi infinitas. La demagogia del coche oficial (tengo cuatro y quito uno) ha quedado también en casi nada. ¿Alguien ha visto a un alcalde en un autobús de línea? ¿Era el alcalde de Sevilla austero hasta que contrató asesores por un millón de euros? Pero además de tramposo, la táctica de la austeridad ha sido siniestra pues se articula menos como una solución que como una amenaza.

Ahí está, por ejemplo, el caso de Javier Arenas, que conjuga el verbo recortar como si fuera guillotinar. ¡Ay cuando yo llegue a la Junta y coja la podadera! ¡Que tiemblen los enchufados! Sería bueno que la oposición aclarara qué demonios va a seccionar o incluso acogotar si gobierna. Dolores de Cospedal, en Castilla-La Mancha, ha decidido eliminar importantes órganos de control del gobierno, entre ellos la Cámara de Cuentas y el Defensor del Pueblo. Javier Arenas, preguntado sobre el particular, se ha apresurado a decir que no, que respetara la cámara y el defensor. También Canal Sur, por supuesto. Ningún político sacrifica una televisión, sólo la manipula. Y ahora que el PP gobierna en casi todas, las diputaciones se han convertido en la instituciones con más futuro del mundo por más que estén saturadas de colocados de favor y abarrotadas de personal. Pero Arenas sigue murmurando "¡austeridad, austeridad!" mientras hace chirriar las cuchillas unas veces como Eduardo Manostijeras y otras como el bueno de Freddy Krueguer.

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