Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

En defensa del líder

El político español se cree tocado por el dedo de Dios como el Adán de Miguel Ángel

El affaire Cifuentes, más allá de las consecuencias que pueda tener para su protagonista y para el amplio elenco que está representándolo en estos días -rector, director del máster, profesores, personal de la URJC, gobierno madrileño y oposición - es una prueba palpable de la terrible ausencia de autocrítica entre nuestros gobernantes, los excesos de la dañina táctica del avestruz, el vergonzoso culto al líder que se practica hasta en las estructuras locales de los partidos y el gregarismo irracional en el que la defensa del grupo de pertenencia está por encima de los principios éticos, políticos e incluso morales que el propio grupo declara defender.

El político español se cree tocado por el dedo de Dios como el Adán de Miguel Ángel que corona la Capilla Sixtina, pero olvida que, como aquel, no está exento de ser expulsado del paraíso. Sobre todo si no cumple con las normas establecidas. Cuando es sorprendido con la manzana mordida en la mano y la boca llena, no sólo niega la evidencia con pose chulesca y rememorando aquella frase inmortal de Groucho: ¿a quién va a creer usted, a mí, o a sus propios ojos?, si no que, además, insiste en la culpabilidad del denunciante a quien acusa de afrentar su inmaculada reputación movido por oscuros intereses que no consigue demostrar de modo alguno. El paso siguiente siempre es el mismo, aparentar normalidad mientras caen chuzos de punta. Es capaz de asegurar que sólo bebe agua mineral mientras su aliento esparce un inconfundible hedor alcohólico. A continuación, todos los miembros del rebaño saldrán en defensa del líder. El nivel de adulación de la militancia política española respecto a quienes les dirigen y pueden acabar incluyéndoles en alguna lista electoral o proporcionarles un carguito es homérico. Supera, sin duda alguna, al de aquel chevalier a quien Luis XIV preguntó la hora y contestó: la que Vuestra Majestad desee. Y lo peor es que esa defensa numantina utiliza con pasión el argumento insostenible según el cual la falta en cuestión es perdonable porque no es peor que otras similares cometidas por dirigentes de otros partidos. Es como si en un hipotético viaje en el tiempo, los amigos de Jack el Destripador le defendieran argumentando que asesinó menos víctimas que el Estrangulador de Boston y los de este contestaran que las de su admirado serialkiller sufrieron menos que las del asesino de Whitechapel. Delirante.

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