opinión

Alejandro Morales

El enemigo a las puertas

PRESENCIÉ desde la explanada interior de Los Cármenes el proceso de llegada del autobús del Celta. De la valla hacia afuera había centenares, seguramente cerca de un par de miles de espectadores rojiblancos, que se ambientaban cantando mientras ocupaban el ancho de la calle Pintor Manuel Maldonado. Cada vez más excitados, animaban a coro pese a que faltaran más de dos horas para el inicio del partido. Muchos de ellos, generosamente regados por dentro. La ida en Vigo había arrojado un villano en el que centrar las iras del pueblo, Iago Aspas, el del ojo morado a Roberto. La gente, que en teoría estaba concentrada a las puertas para recibir y alentar a su llegada a los hombres de Fabri, esperaba también con inusitado interés a los vigueses. Hasta ahí, lo normal y previsible para un momento así.

La Policía Nacional tenía montado un amplio dispositivo en el interior de la marabunta, donde numerosos efectivos antidisturbios tenían hecho un pasillo para que pasaran los dos autobuses. Cuando llegó el vehículo de los vigueses, desconozco por qué, se tardó mínimo dos minutos en abrir la verja para acceder al recinto, momento en el que la Policía tuvo que cargar para dispersar a los más calientes. Lógico. Habían puesto al enémigo en las narices de los exaltados. Así, no pudo evitarse que un objeto contundente rompiera una de las lunas y, por tanto, se pusiera en riesgo la integridad de algún miembro de la expedición.

Yo ni soy policía, ni entiendo un pimiento de estas cosas, pero pienso que era sumamente sencillo haber evitado toda esta película. Los Cármenes no es una instalación independiente, sino que forma parte de un complejo deportivo junto al Palacio de Deportes, instalación con la que se comunica subterráneamente y que, además, cuenta con un acceso cómodo para los autobuses. Hubiera sido tan fácil como que el bus de los vigueses dejara la Ronda Sur y se dirigiera al Palacio de Deportes para que los futbolistas, como si fueran baloncestistas, se bajaran directamente a los pasillos interiores del Palacio. De allí al vestuario del estadio no habrá más de cinco minutos de cómodo paseo subterráneo.

Estoy seguro de que una causa de fuerza mayor impidió que el plan trazado fuera ése. De lo contrario, no entiendo por qué se asumió un riesgo tan fácilmente evitable.

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