Quousque tamdem

Luis Chacón

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La hucha

No sabría decir si hay más mérito en llenar la nevera los sábados o en vaciarla para dar de comer a la familia

No sé qué resulta más ridículo, si la campaña de la izquierda contra el gobierno por recurrir al Fondo de Reserva de las Pensiones o la defensa a ultranza de la buena gestión gubernamental que se hace desde sus filas. Ambas posturas provocan una profunda vergüenza ajena y una enorme preocupación. La puesta en marcha de la famosa hucha fue un indudable acierto. En un sistema de pensiones de reparto en el que, mes a mes, nos jugamos su capacidad económica era una insensatez no apartar los superávits de las manos, siempre largas, del gobierno de turno. Y se hizo bien. El Fondo se creó en el inicio de un largo período expansivo, lo que le hizo acumular una importante cantidad de dinero. La misma que ha permitido sortear la crisis sin perjudicar a los pensionistas ni endeudar, aún más, al Estado. Pero este gobierno es culpable de su uso como el que lo recaudó del saldo disponible que dejó. No sabría decir si hay más mérito en llenar la nevera los sábados o en vaciarla a lo largo de la semana para dar de comer a la familia. Otra cosa es que los políticos tiendan a arrogarse el mérito de todo lo bueno que ocurre bajo su mandato y a responsabilizar, parafraseando a Felipe II, a los elementos, de los problemas que surjan durante el mismo. Posturas, ambas, cuando menos, opinables por parte de los ciudadanos.

Se echan de menos ideas para revertir el problema de futuro, casi inmediato, que supone mantener un sistema de pensiones público, que es el modelo aceptado mayoritariamente por la sociedad europea. Porque el envejecimiento de la población, la reducción de los años medios cotizados y el aumento de la esperanza de vida no son problemas exclusivos de España. Aún hoy, seguimos especulando y realizando pomposas declaraciones de principios, acusando de neoliberal a quien señala los riesgos y prometiendo lo que no sabemos si se podrá cumplir y es seguro que quien lo promete no estará para cumplirlo. Comprometer a otros es un ejercicio de desvergüenza y cobardía muy propio de los politiquillos de tres al cuarto.

Escribió C.S. Lewis que el futuro es algo que se alcanza al ritmo de sesenta minutos por hora, hagas lo que hagas y seas quien seas. El problema surge cuando llega y no estás preparado. Entonces, las mentiras y las promesas incumplidas no serán un problema político sino social y económico para los millones de ciudadanos que, contra todo criterio racional, prefirieron creerlas.

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