La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La palabra más importante

Educación es la palabra más importante, de ella dependen la democracia, igualdad, racionalidad, tolerancia...

Vengo de lo de ayer porque los asesinatos de mujeres en este terrible verano, el peor desde que hay registros, es uno de los problemas más graves a los que nos enfrentamos, de los que exigen mayor inversión y mejor planificación en la seguridad de las mujeres amenazadas, requieren un mayor esfuerzo comunicativo para que las mujeres denuncien cualquier forma de maltrato y obligan a un mayor esfuerzo educativo. Esto último es lo más importante: solo educando en valores, entre ellos la igualdad, se podrá aplastar el huevo del machismo y arrancar de raíz la violencia asesina nacida de él.

Como cuanto se refiere a los derechos humanos esto no es cuestión de izquierdas o derechas. Está por encima de partidos e ideologías. Quien no lo comparte se sitúa fuera de una sociedad civilizada y se autoexcluye del normal juego democrático por defender posiciones políticamente anticonstitucionales, éticamente intolerables y humanamente repugnantes. Por eso casi nadie lo hace abiertamente. Y esto es un triunfo democrático, ético y humano. Sigue habiendo machistas y siguen produciéndose asesinatos –llevamos una semana trágica en un verano fatal–, pero al menos se ha logrado que quienes así piensan lo callen o lo disimulen. Por miedo, no por convicción; pero que los indeseables teman la reprobación social además de las leyes ya es un triunfo. Sucede con esto como con los racistas, los antisemitas o los clasistas: los hay, pero raramente lo manifiestan en público y alardean de ello como antes sucedía. Y menos aún hay partidos que lo reivindiquen en sus programas. Es un avance.

Urge que gracias a una convicción moldeada por la educación estos comportamientos sean por completo ajenos, extraños a sus valores y comportamientos, a los niños y los jóvenes. Naturalezas, caracteres o patologías aparte, porque la maldad existirá siempre, y situaciones de exclusión y marginalidad combatidas, porque, como Víctor Hugo sostenía, la miseria genera miserables y la injusticia favorece la maldad, no es una utopía que se pueda lograr la casi total –insisto: sin olvidar que la maldad existe y la miseria la alimenta– erradicación de estos comportamientos. Que –ojo– permanecerán larvados esperando una ocasión para manifestarse. Y eso es tarea de la educación, la palabra más importante que existe porque de ella dependen otras como democracia, convivencia, justicia, igualdad, respeto, racionalidad, tolerancia, amor…

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