Tribuna

Miguel A. Tamarit Almagro

Narrativas equivocadas

Es ahora cuando deberíamos recuperar las narrativas que reflejan la realidad a la que nos enfrentamos a diario las empresas y los empresarios de todo tipo

Narrativas equivocadas

Narrativas equivocadas

Vivimos tiempos complejos en los que se miran con desconfianza a las instituciones y entre ellas a las figuras que las representan. Me refiero a la Empresa como institución, como parte de nuestro ordenamiento jurídico, económico y social, y a la figura que la representa, la del empresario.

Una desconfianza que despierta dudas sobre la seguridad jurídica y la estabilidad que ofrece la marca España, dudas que han acabado extendiéndose a la actividad empresarial en general y a cualquier empresa con independencia de su sector y su tamaño.

Precisamente ahora, cuando nos enfrentamos a un nuevo ciclo económico en lo coyuntural, con la recuperación de las reglas fiscales anteriores a la pandemia, unas previsiones de crecimiento todavía positivas, pero llamativamente menores en 2024, y una transformación constante en lo estructural, especialmente en materia tecnológica y geoestratégica –con atención especial a la transición energética y sus derivadas industriales– es cuando deberíamos recuperar las narrativas que reflejan la realidad a la que nos enfrentamos a diario las empresas y los empresarios de todo tipo, tamaño y condición para despejar esa desconfianza basada en ideas ya muy antiguas que hoy en día no tienen ningún sentido en sociedades como las nuestras.

El esfuerzo personal, el sacrificio familiar, la iniciativa individual que se convierte en colectiva al crear empleo, y la capacitación profesional para liderar, dirigir y gestionar una empresa no necesitan traducción. Son sinónimos de responsabilidad individual y social. Cuando una empresa invierte, crea empleo y sigue reinvirtiendo –la trayectoria normal de cualquier empresa– aporta beneficio a la sociedad. A mayor número de empresas, mayores beneficios para la sociedad.

La iniciativa empresarial también conlleva costes, personales, familiares, profesionales y también empresariales, costes de los que no habla la narrativa actual y que, para una buena mayoría del tejido empresarial, constituido al fin y al cabo por pymes, microempresas y autonómos, resultan muchas veces excesivos en relación a los beneficios económicos, en los que solo, y siempre, se ponen los focos.

Entender todo lo anterior es indispensable para despejar las desconfianzas y reconocer el papel de las empresas y los empresarios en el devenir de unos tiempos tan complejos como estos en los que es indispensable hacer frente a las debilidades estructurales de nuestra economía, que tienen en el desempleo y la productividad dos retos de primera magnitud.

Respecto al desempleo, la mejor fórmula para combatirlo es fomentar y facilitar la creación de empresas e iniciativas empresariales, y desplegar políticas activas de empleo que respondan a las necesidades de las empresas. No se puede seguir considerando que hay que repartir el empleo existente, sino corregir los desequilibrios donde la demanda es mayor que la oferta. Y no creo que la ampliación del marco normativo, ya de por sí excesivamente amplio, exigente y rígido, sea la solución, pues genera desconfianza en las empresas y podría reducir la creación de empleo.

En cuanto a la productividad, y siendo una de las cuestiones que suscita mayor preocupación, hay que fijarse en las palabras del premio Nobel de economía Paul Krugman, “aunque la productividad no lo es todo, en el largo plazo lo es casi todo”, son muy acertadas.

Precisamente, la productividad comienza en la calidad de la educación y la formación. A partir de ahí, de una educación de calidad, es cuando comenzamos a identificar el talento, que mejora la gestión y la competitividad empresarial y que es remunerado por ello. La cultura empresarial de hoy es, mayoritariamente, muy sensible a la productividad, porque se mueve en un mercado global, muy competitivo, cambiante y exigente que requiere empresas más solventes desde un punto de vista profesional, por tanto también debemos hablar de productividad y no sólo de reformas normativas que afectan al ámbito laboral.

Asumiendo también que, en muchas ocasiones, las empresas y empresarios debemos dar pasos adelante para contar lo que hacemos, es fundamental eliminar las desconfianzas que se quieren proyectar sobre ellas. Con ello, demostraremos que sintonizamos con los fundamentos de los países y regiones más avanzadas, que es donde tenemos que estar, también en lo económico, y es ahí donde Andalucía particularmente debe mirar

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