Tribuna

juan Ramón Medina precioso

El Papa de los pellets

Según dice Yolanda, no hablaron de la amnistía, sino de los horarios de los trabajadores y de los pellets. Al parecer, al Papa le preocupan más los pellets que la amnistía

El Papa de los pellets

El Papa de los pellets / rOSELL

La diplomacia vaticana, siempre bien informada, sabía que la recepción que el Papa concedió a Yolanda Díaz, vicepresidenta del Gobierno español y lideresa de Sumar, coincidía con el comienzo de las elecciones gallegas. Unas elecciones a las que se presenta Marta Lois, la principal colaboradora de Yolanda. Y tampoco cabe pensar que los diplomáticos curiales ignorasen la ardiente actualidad de un bronco debate en España sobre la amnistía a los separatistas que cometieron delitos de malversación y sedición (y algunos quizás también de terrorismo). Ni que Yolanda fue una de las primeras en reclamar la amnistía y en reunirse en el extranjero con Puigdemont, con el que no conversó en gallego ni en catalán, sino en castellano, la lengua natal del Papa. Sabiendo todo eso, el Papa aceptó la reunión con Yolanda en tan significadas fechas. Podría haberla retrasado un mes, pero no lo hizo.

Según dice Yolanda, no hablaron de la amnistía, sino de los horarios de los trabajadores y de los pellets que arribaron a las costas gallegas desde aguas portuguesas. Unos pellets que han sido uno de los principales ejes propagandísticos de Sumar en su campaña electoral gallega. Al parecer, al Papa le preocupan más los pellets que la amnistía.

Subamos el análisis a un enfoque menos local y circunstancial. Es indudable que el Papa ha dado gran importancia a la crisis climática y a la degradación ambiental. De hecho, su primera encíclica propia (la anterior la heredó de Benedicto XVI) trataba de esas cuestiones. Con el título de Laudatio Si (Alabado Sea), trasmitía una idea central: los problemas ecológicos son indisociables de los sociales. El grito por el cuidado del ambiente se solapa con el grito por el auxilio a los pobres.

En su momento estudié ese documento en profundidad. Debo reconocer que también me sentía estimulado porque mi fallecido amigo Juan del Río, que pasó de responsable del Servicio Religioso de la Universidad de Sevilla (SARUS) a Arzobispo Castrense de España, había dedicado alguno de sus postreros libritos a la cuestión ecológica. Y tuvo la paciencia de explicarme que la Iglesia atesora dos tradiciones en ese aspecto: una ligada a Benito de Nursia, con su Ora et Labora, y otra ligada a Francisco de Asís, con su Cántico a la Creación. Precisamente de ese poema salió el título del documento papal.

Partidario del antropocentrismo frente al ecocentrismo, me permitiré un par de reflexiones personales al respecto. Para empezar, la figura central del cristianismo, Jesús de Nazaret, era un hombre, no un ecosistema. Se adopte la visión unitaria del cristianismo, para la que Jesús fue el máximo enviado de Dios, o la visión trinitaria, para la fue la encarnación de Dios, en ningún caso se niega la faceta humana de Jesús. Ciertamente una herejía, la docetista, lo consideró un espíritu con apariencia humana, pero eso no haría sino separarlo todavía más de la Naturaleza.

Es importante insistir en esa idea de la importancia de lo humano en el cristianismo. Y no solo en el Nuevo Testamento, sino también en el Antiguo Testamento. Se nos dice en el Génesis que Adán y Eva fueron creados en el Jardín del Edén. Ahora bien, un jardín no es una selva, sino una parcela de la Naturaleza que ha sido trasformada para hacerla placentera a los humanos y compatible con nuestra vida. No hay en el Génesis una visión romántica de la Naturaleza, sino que se señala implícitamente la dificultad de los humanos de sobrevivir en condiciones silvestres. De hecho, 99 de cada 100 especies han sucumbido por no haberse podido adaptar a los retos ambientales y, más cercano, todas las especies del género Homo, menos la sapiens, se han extinguido por el mismo motivo. De no haber desarrollado una cultura que nos independizó parcialmente de la Naturaleza y nos permitió suplir sus deficiencias, nosotros tampoco habríamos sobrevivido. Ese dato quedó dramáticamente simbolizado en la historia de Noé. Fue un Diluvio Universal, es decir, una agresión ambiental, lo que acabó con la vida de sus compatriotas, y fue un Arca, es decir, una estructura artificial, lo que salvó a Noé y sus allegados (e incluso a las demás especies) de la muerte. Había sido avisado por Dios de lo que se avecinaba, pero de no construir el Arca habrían perecido. En esa línea, la adoración a Yahveh pasó de realizarse en lo alto de los montes, como hicieron Abraham y Jacob, a centralizarse en un templo, el construido por Salomón. Finalmente, fue el propio cuerpo de Jesús, que reconstruyó en tres días, el templo del Espíritu. Empieza la Biblia con un jardín, sigue con un templo y acaba en una persona. No habría cristianismo sin cruz (instrumento artificial) y tampoco lo habría sin resurrección (aspecto sobrenatural). ¿Qué dice Yolanda de todo eso?

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