Polarización

Polarización

En el frontispicio del templo dedicado a Apolo donde se halla el oráculo de Delfos, puede leerse: ¡Conócete a ti mismo! Séneca en De Ira, II, 9, nos advierte: “Entre otros males a que está sujeta la naturaleza humana, uno de ellos es la ceguera del alma, que obliga al hombre a errar y le hace todavía amar sus errores”. “Mi alma, por complexión interna, rechaza la mentira y detesta hasta el pensar en ella; yo siento una vergüenza recóndita y un vivo remordimiento si alguna vez se me escapa un embuste, como a veces me sucede... No es preciso decirlo todo, pero lo que se dice es preciso que se diga tal y como se piensa; obrar de otro modo es maldad”. Estas frases, son de los Ensayos de Montaigne, filósofo, escritor, humanista, y político francés considerado el padre del escepticismo moderno.

En las fiestas navideñas, las familias nos hemos reunido para celebrar, pero en estos últimos tiempos esas citas no están exentas de cierta prevención. Hemos procurado no hablar de política porque la polarización está en el ambiente político, social y familiar. En política, polarización es el fenómeno por el cual la opinión pública se divide en dos extremos opuestos y las voces moderadas pierden poder e influencia. Abro el periódico El País, del último día del año, y tras leer el titular de la información política: “La extrema polarización envenena la legislatura más incierta”, reparo en una de las varias fotos que ilustran el reportaje. En ella se ve a Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP desde 2022, y a la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Feijoó sostiene en sus manos una gran cesta de frutas, y Díaz Ayuso aplaude sonriente a su izquierda. Que el PP tome como banderín de enganche la frase “me gusta la fruta”, cuando todos vimos gracias al ojo avizor de un cámara de TV que Díaz Ayuso vocalizó desde la tribuna de autoridades del Congreso “hijo de puta,” dirigido a Sánchez cuando éste se refirió en el discurso de investidura a los chanchullos del hermano de la presidenta con la venta de mascarillas en la etapa pandémica. Que se trate de frivolizar y falsear lo que se dijo –“hijo de puta”– por “me gusta la fruta”, y que lejos de pedir perdón se trate de embaucar al personal negando lo que se dijo, es vergonzoso, una prueba más de lo bajo que se ha caído por parte de algunos políticos al insultar, descalificar, injuriar y luego entre risas mentir descaradamente y tratar de ocultar la verdad, negándola. Las declaraciones de Santiago Abascal, en Buenos Aires, dejando caer que el pueblo colgaría por los pies a Pedro Sánchez, elegido legítima y democráticamente por la mayoría del Congreso, es otro síntoma de la degradación de la que algunos representantes del pueblo español hacen gala, sin sonrojarse. Las palabras odiosas de Abascal fueron respondidas por Pedro Sánchez. “Hay una polarización asimétrica; aquí no hay sino gente que insulta y gente que somos insultados. Partidos que son asediados y líderes políticos que instan al asedio de esas fuerzas políticas”. Tampoco estuvieron bien las carcajadas de Pedro Sánchez en la tribuna del Congreso cuando se refirió a una confusión de Feijóo citando al poeta Antonio Machado, ni la respuesta de Feijóo diciendo que Sánchez tiene un “tic patológico”. Y la guinda, el fin de año ante Ferraz, la masa humana convocada por Vox celebrando el nuevo año apaleando e insultando a un monigote que representaba al presidente . Estos actos y el vocabulario y expresiones de alto voltaje, desacreditan a la clase política. Según la última encuesta del CIS de noviembre, el Gobierno y los partidos o políticos concretos aparecen como el sexto problema nacional, con un 13,2%, incrementando en 3,7 puntos el porcentaje del mes anterior. Crece la percepción por parte de los ciudadanos de que el Gobierno y los partidos son un problema en España. La polarización alcanza también a la izquierda. Podemos se ha desmarcado de Sumar y ha votado con PP y Vox en contra de un decreto social que beneficiaba económicamente a millones de españoles. Y esto no es bueno para el funcionamiento democrático. Si levantamos la vista y ponemos luces largas, la inmensa mayoría de los españoles y de la Humanidad, asistimos horrorizados al genocidio del pueblo palestino por parte de Netanyahu y sus militares. Yo como español sentí orgullo al ver que mi presidente Pedro Sánchez fuese a Tel Aviv y con educación, le cantara las verdades del barquero a Netanyahu, siendo de los pocos líderes que se ha atrevido a denunciar la desproporcionada respuesta de Israel al ataque terrorista de Hamas, el 7 de octubre. Israel no escucha a la ONU y niega la ayuda humanitaria a la población gazatí. Lejos de apoyar a nuestro presidente, la oposición de mi país respalda el genocidio con la muerte de más de 24.000 palestinos en Gaza. Igualmente nos horrorizan la invasión de Ucrania por Putin, y las demás guerras.

Los extremismos y la polarización no son buenos. El odio y el rechazo al otro, generan tensión y violencia. El espectáculo ofrecido en la calle Ferraz de Madrid, ante la sede del PSOE, no es propio de una sociedad civilizada. Quienes alientan a la violencia contra el orden establecido, no son dignos representantes del pueblo, son extremistas dispuestos a todo con tal de satisfacer a sus egos y a sus disparatadas pretensiones antisistema. ¡Váyanse con su odio, su violencia y su xenofobia a otra parte, dejénnos a la inmensa mayoría de españoles vivir en paz!

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