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Puro barroco y sin adornos

  • El Patio de los Arrayanes se inunda de melodías en el concierto homenaje a Monteverdi

  • La solista Raquel Andueza junto a su formación La Galanía 'italianizan la noche más fresca

El Patio de los Arrayanes, magnífico escenario para la música barroca.

El Patio de los Arrayanes, magnífico escenario para la música barroca. / reportaje gráfico: Alex Cámara

Un violín, un arpa y una tiorba -instrumento similar a un laúd barroco pero algo más grande- cerraron la pasada jornada del Festival de Granada con una embocadura al estilo Bella Italia que el Patio de los Arrayanes de la Alhambra no hizo si no intensificar la belleza apabullante que guarda desde hace siglos.

La pasada noche acogió el concierto de la solista Raquel Andueza y La Galanía, una de las formaciones especializadas con más peso en el panorama actual de este país. El Festival no defraudó en su sexta noche y ofreció un programa dedicado al compositor Claudio Monteverdi (1567-1643) con motivo del 450 aniversario de su nacimiento. La Galanía y el Festival rindieron su particular homenaje a su figura y a la de su generación musical. No en vano el cocierto tuvo como título Monteverdi & Friends.

Se puede decir de Monteverdi que fue el oído maestro que abrió la puerta al barroco musical con la composición de Orfeo (1607), la primera gran ópera que ha llegado íntegra a la actualidad. En el concierto de anoche fueron muchos de sus colegas los que volvieron al presente gracias a las cuerdas de Pablo Prieto (violín), Manuel Vilas (arpa) y Jesús Fernández Baena (tiorba) y a la inconmensurable voz de la soprano pamplonesa.

Desde que La Galanía fuera fundada en 2010 por Andueza y Fernández Baena su carrera no ha hecho más que ascender siempre en el cauce de la música barroca. La formación hizo su gran debut en la Catedral de Pamplona con el Stabat Mater de Pergolesi, y rápidamente comenzaron a estar presentes en los más prestigiosos auditorios y festivales del mundo como Madrid, Berlín, Brujas, Moscú, Helsinki o Nueva York, entre otros muchos que han hecho de su historia reciente un pasaporte de decenas de páginas tintadas.

Es cierto que el programa recogió a más friends que obras de Monteverdi, siendo de las once del repertorio tres del compositor homenajeado, cinco de sus coetáneos y tres de firma anónima. Pero de lo que no cupo duda es de que el barroco se instauró en forma y esencia en las paredes de la monumental reina roja.

El concierto, que comenzó a las 22:30 horas y que fue retrasmitido en directo por RNE-Radio Clásica y la Unión Europea de Radiodifusión, dio comienzo entre una brisa que hacía notar la bajada de la temperatura de las pasadas jornadas.

El Sentirete una canzonetta (1638) de Tarquinio Merula (1595-1665) quien llegó a ser maestro de capilla de las catedrales de Cremona y Bérgamo fue la primera en aparecer. Esta pieza de carácter jocoso cuenta con una sencilla armonía adornada entre la melodía solista y la parte instrumental. Un comienzo de velada que sirvió abrir como aperitivo más bien ácido y preludio de lo que se desarrollaría como un deleite de cuerdas: vocales, pulsadas y frotadas.

Con la segunda composición apareció el gran Monteverdi con dos de sus madrigales: Perché se m'odiavi que proviene de Madrigali e canzonette a due e tre voci y Voglio di vita uscir que versa sobre una trágica despedida de quien está a punto de perder la vida.

La obra anónima Viver in questo stato se adelantó al orden previsto en el recital y fue quizás por su elocuente significado -habla de quien no puede vivir en aquel estado del enamorado no correspondido y pide clemencia al amado- esta pieza llenó de alma el recinto.

Pier Francesco Cavalli (1602-1676) quien junto a Monteverdi está considerado como uno de los más relevantes compositores operísticos del XVII, irrumpió en el siglo XXI con Vieni in questo seno, un aria proveniente del tercer acto de la ópera Rosinda.

Más tarde aparecieron la Romanesca de Biagio Marini (1594-1663) y Bella mia ("con esa mirada que tienes me das la vida y me la quitas", que dice la letra) de autor desconocido, de una belleza compositiva sublime lo que la convirtió en una de las composiciones que gozó de mayor popularidad en su época. Hay que subrayar que en esta pieza La Galanía sacó la raza e hizo patente su virtuosismo.

Otra estrella barroca de la noche granadina fue el milanés Domenico Anglesi (1610-1674). Fue en este momento donde tanto la soprano Raquel Andueza como los músicos lucieron de nuevo su saber hacer en la interpretación de Un sol bacio, pieza que implora enfervorecido un solo beso.

Oblivion soave de Monteverdi y la Toccata arpegiara, del único de los autores no puramente italianos, Giovanni Girolamo Kapsberger (1580-1651) fueron el comienzo de un postre mágico que culminó con la interpretación de Si dolce è´l tormento, Lamento della Ninfa y Cruda signora. Las dos primeras obras son dos de los más conocidos madrigales de Monteverdi y el último de autoría no reconocida fue el encargado de poner el punto y final de una noche que tuvo como gran protagonista a los maestros coetáneos de Monteverdi, al mismo maestro y al poderoso y musical norte de Italia.

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