Análisis

Manuel J. Lombardo Fran Ibáñez

Cannes 2017: lluvia de autores, doblete de Hong Sang-soo Facebook nos queda pequeño

Haynes, Coppola, Haneke, Desplechin o Kawase se cuentan entre los principales aspirantes a la Palma de OroEl festival, en su 70 edición, se inicia el 17 de mayoLa sección oficial del certamen no contará con cintas españolas o latinoamericanas"Esta red social es un zapato que queda estrecho; no caminamos con él como antes"

Cannes lanzaba ayer su primer avance de programación para su 70 edición (del 17 al 28 de mayo). Confirmada la presidencia del Jurado de la Sección Oficial para Pedro Almodóvar, toca hacer cábalas sobre qué directores, todos ellos pesos pesados del panorama autorial de las últimas décadas, tienen más posibilidades de seducir al manchego y sus acompañantes.

Los norteamericanos cuentan, a priori, con cierta ventaja, sobre todo Todd Haynes, cuya reescritura neoclásica del melodrama desde la perspectiva de género parece afín al universo o los gustos almodovarianos. Wonderstruck adapta a Brian Selznick, está ambientada entre los años 20 y 70 y protagonizada por Julianne Moore. Sophia Coppola también tendrá opciones con The beguiled, otra nueva adaptación de una novela de Thomas Cullinan que ya llevara a la pantalla Don Siegel con Clint Eastwood, a quien encarna ahora Colin Farrel, encargado de seducir a Elle Fanning y Nicole Kidman en una escuela femenina de Virginia en plena Guerra de Secesión. El actor irlandés y la actriz australiana hacen doblete en la Sección Oficial con The killing of a secret deer, la nueva película internacional del irritante griego Yorgos Lanthimos (Langosta).

La presencia norteamericana se completa con Noah Baumbach, que reúne a Ben Stiller y Adam Sandler en The Meyerowitz stories, y los hermanos Safdie, que dan el salto a la primera línea desde sus orígenes indie con Good time, protagonizada por Jennifer Jason Leigh y Robert Pattinson en plena fase de reciclaje. La escocesa Lynne Ramsay (Tenemos que hablar de Kevin) también parece instalada en el cine internacional bajo bandera norteamericana: You were never really here cuenta con el atractivo de Joaquin Phoenix al frente de su reparto.

Más fieles a la tradición europea parecen el viejo y severo maestro Michael Haneke, que regresa bajo bandera francesa con Happy End, de nuevo junto a Huppert y Trintignant, o los franceses de carnet Arnaud Desplechin, siempre estimulante, encargado de inaugurar con Ismael's Ghosts, François Ozon, de nuevo en concurso con L'Amant double, el veterano Jacques Doillon, con su biopic del escultor Rodin, Robin Campillo, con 120 battements par minute, o el insufrible Michel Hazanavicius, que a buen seguro va a seguir ganándose antipatías con su retrato (Le redoutable) de la relación entre Godard y Anne Wiazemsky en el que Louis Garrel se ha caracterizado como el gran cineasta suizo en el límite mismo (o más allá) de la caricatura chanante.

Del Este europeo, Thierry Frémaux sigue confiando en los de siempre: el húngaro Mundruczó repite en competición con Jupiter's moon, los rusos Zvyagintsev y Loznitsa traen ahora Loveless y A gentle creature respectivamente, y el turco-alemkán Fatih Akin (In the fade) parece definitivamente asimilado e incomprensiblemente prestigiado por este festival demasiado fiel a sus malas costumbres.

Sin presencia de cine español o latinoamericano en Oficial (tampoco en Un certain regard), los nombres asiáticos siguen siendo previsibles: el coreano Bong Jon-Hoo presenta Okja, la japonesa Naomi Kawase, Radiance, y nuestro queridísimo Hong Sang-soo, The day after, la primera de sus dos películas en Cannes este año. La segunda, Claire's camera, rodada en el propio festival y protagonizada de nuevo por Isabelle Huppert, podrá verse como pase especial fuera de concurso junto a lo nuevo de Lanzmann (Napalm), Varda (Visages, villages), Depardon (12 jours), Miike (Blade of the inmortal) o la presentación mundial de los dos primeros episodios de la nueva y esperada temporada de Twin Peaks de David Lynch o las últimas imágenes (24 frames) rodadas por el gran maestro Kiarostami.

CUANDO el amanecer de las redes sociales nos cegó con su encandiladora luz en nuestra hora de adolescencia todo eran risas. Mamá no nos podía regañar con que nos iba a pillar un coche, con que tuviéramos cuidado, con el toque de queda de la cena. Ya no hacia falta salir al tranco a hablar con fulanito mientras nos llevábamos la gameboy cargada de pilas para echar la tarde a la sombra. Ni tocar el portero a la hora de la siesta para que el vecino saliese a jugar. Claro está, que ella no sabía, pero igualmente se lo olía, los peligros que al nuevo mundo abría Internet, dejando entrar a todos los perturbados a los prados de la arroba. Por eso nos rondaba y recordaba la miopía que nos habíamos ganado mientras sin darnos cuenta llevábamos seis horas atrapados en el ordenador.

Recuerdo que a Tuenti se entraba con previa invitación de algún contacto que ya estuviera dentro. Simple decoro, pues allí entramos todos los de mi generación sin guardar cola. Esperábamos a que las notificaciones nos asaltaran la pantalla: comentarios, peticiones de amistad, invitaciones a eventos, etiquetas, mensajes privados, visitas al perfil. Los mismos que salíamos de clase nos conectábamos en la sobremesa y allí pasamos el tiempo socializando. De hecho de aquel tiempo surgió lo de foto tuenti que no es más que la precuela del selfi pero con un toque a propósito descafeinado y desentendido. Tuenti era una herramienta que pasó a la historia, pero hay que reconocer para los que la usamos que funcionaba estupendamente. Bien es sabido que migramos a Facebook por AnimalFarm o CandyCrush: justo lo que hacía que ese tiempo perdido mientras esperábamos las notificaciones pudiéramos invertirlo jugando y demostrando a nuestros amigos lo buenos que éramos, incluso apelábamos con exigencia a la solidaridad para seguir creciendo como cibergranjeros.

Todo esto, hace diez años, cuando éramos unos párvulos de las redes sociales, era suficiente. Facebook se ha convertido en un zapato que queda estrecho. Ya no caminamos con él como antes. Las notificaciones más útiles son las de los recordatorios de cumpleaños. Con este panorama dan ganas de tirarse por la borda y seguir a nado. Para todo lo que vigilan y controlan nuestra información se lo curran demasiado poco.

Necesito una red social con una nueva interfaz, más dinámica, más limpia. Más actual. Podar los setos y arrancar los hierbajos de esos enlaces de información que no van a ninguna parte ¿Qué es eso de los recuerdos? ¿Qué es eso de las historias? Algunos nos hemos cansado de tanta red social. En un momento llevábamos cuatro o cinco al mismo tiempo. Solíamos ser consumidores voraces. Se está fundiendo nuestro apetito por seguir pendientes de aquella ventana por la que un día nos paramos a observar al resto. Algunos desengañados hemos salido de esa ola en la que surfeábamos almacenando y archivando amigos de pantalla. Hemos crecido y Facebook se nos queda pequeño.

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