La columna

Juan Cañavate

jncvt2008@gmail.com

Furbo

A mi del fútbol sólo hay dos cosas que me gustan, la primera es que no me gusta y con eso me gano la segunda

En los muchos años que llevo escribiendo y, me atrevería a añadir, dando la tabarra a propios y extraños, sólo se me han quejado de manera un tanto extemporánea dos personas; un director de un Centro de Arte cuando gasté alguna broma sobre una exposición que había comisariado y un forofo del Real Madrid cuando hace unos días hice un comentario sobre la forma en que el equipo suele ganar los partidos, si se pone la cosa cuesta arriba.

Al curator se le entiende el disgusto, porque de esas aventuras vive, al otro, al furbolero, se le entiende menos porque ni vive de eso ni gana otra cosa que no sean disgustos.

A mí del fútbol sólo hay dos cosas que me gustan, la primera es que no me gusta y con eso me gano la segunda; que no suelo tener nada que ver con esa gente que lo vive como si en ello le fuera la vida, al menos, los fines de semana y otras fiestas para llevar al día siguiente esas malas resacas que llevan al trabajo.

Conozco a gente que raspa el fin de mes y que es capaz de dejarse las manos aplaudiendo o de partirse la cara defendiendo a alguno de esos bribones expertos en defraudar a hacienda que se dedican a enseñar la barriga cuando meten un gol exigiendo, más que esperando que la jauría aúlle. Y la jauría, obediente, aúlla.

¿Se podrá ser más incoherente? Por no hablar del no dormir, de la tensión, del gesto agrio de los lunes, del comentario grosero y agresivo cuando se trata de señalar a un rival o de discutir con el cuñado, en fin, ¿qué les voy a contar que ustedes no hayan sufrido o disfrutado?

Igual podría entenderse el sin vivir si fuera cierto de que se trata de su equipo. ¡Hemos ganado! Gritan en shock emocional, rotos de alegría y exaltación, se abrazan, saltan y, si pueden, rompen alguna fuente pública. Pero ¿quién ha ganado? ¿ellos?

No he visto un equipo de esos que no sea propiedad de un chino sinvergüenza, de un estafador de Murcia, de un árabe mercahifle, de una corporación de delincuentes o de cosas parecidas donde el dinero fluye oscuro y turbio y donde, detrás de "nuestro " equipo no se esconda un negocio, casi siempre inmobiliario, dispuesto a aprovechar el furor futbolero de la afición para intentar darle una patada a la legalidad urbanística en connivencia con algún alcalde. ¿En serio piensan que el Madrid es de ellos?

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