Se está gestando en Granada una iniciativa política que aspira a dividir Andalucía en dos. No sé en qué culminará pero no me extrañaría ver una candidatura con ese sesgo en las próximas elecciones locales. En realidad, siempre ha existido en Granada una nostalgia del pasado nazarí, presentado como una época brillante de nuestra historia frente al declive actual. Es como si en Córdoba aspiraran a volver a la época de los Omeya, por cierto más exitosa que la nazarí desde el punto de vista político, aunque no, obviamente, en el artístico.

De hecho, aún seguirá existiendo, aunque nunca ha tenido representación, el Partido Regionalista de Andalucía Oriental (PRAO). La diferencia es que los impulsores de la actual iniciativa tienen acceso a los medios de comunicación y, por ello, pueden darle una mayor difusión.

De cualquier forma, lamento comunicarles que el Reino de Granada no volverá. Pensar que Jaén, Almería, y no digamos Málaga van a aceptar formar parte de una comunidad política distinta a Andalucía, con capital en Granada, es una quimera. En ese sentido, no creo necesario siquiera rechazar con argumentos dicha propuesta pues no tiene asidero alguno en la realidad.

Ocurre que el esfuerzo empleado en defender o rechazar ese imaginario Reino de Granada en el siglo XXI se pierde para lo que de verdad interesa: reforzar la capacidad de influencia de Granada en Andalucía.

Esa cuestión si me parece relevante. Hay una cierta sensación de que Granada pinta poco en la gobernanza de Andalucía que resulta preciso revertir.

Esa capacidad de influencia debe empezar por la Andalucía que tenemos más cerca: por Sierra Nevada, la Alhambra, el Parque de las Ciencias o el Parque Tecnológico de la Salud. Si no se advierte con nitidez la capacidad de influencia de Granada en estos centros de poder ubicados aquí, difícilmente podrá percibirse en el conjunto. Y esto no es un discurso abstracto. Se plasma día a día en el proceso de toma de decisiones. Debe aspirarse a una gestión autónoma, desde aquí, que tenga como referencia el interés del conjunto de Andalucía. En este sentido, las decisiones no pueden venir impuestas desde Sevilla o desde Málaga, en cuanto tienen el poder político o económico. Nuestros responsables políticos deben ser capaces de decir no, sin achantarse frente a las imposiciones. Y no por defender intereses localistas sino para defender el futuro de Andalucía, que sólo puede construirse sobre el equilibrio territorial. Es la forma de que no tengan éxito los nostálgicos del Reino de Granada o los candeles.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios