Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Tragedias apocalípticas

A las catástrofes naturales se suman la crueldad de las guerras contra ciudadanos indefensos

El título de la columna de hoy no tiene nada que ver con ninguna connotación religiosa, entre ellas el término utilizado en el último libro canónigo del Nuevo Testamento, con las revelaciones del apóstol San Juan sobre el fin del mundo, ni con los escritos hebreos sobre el asunto, ni siquiera con conceptos cinematográficos o literarios, entre ellos los relatos de Blasco Ibáñez, Los cuatro jinetes del Apocalipsis, lúcida crónica de la primera guerra mundial. Utilizo el término apocalíptico en su concepto de la RAE -"terrorífico, espantoso. Dícese de lo que amenaza o implica exterminio o devastación"-, contemplando, conmovido, como todo el mundo, las terribles escenas del terremoto que ha asolado a Turquía y Siria, con más de 20.000 víctimas mortales a la hora de escribir esta columna, centenares de miles de heridos, infinidad de personas sin hogar ni refugio. Drama humano que no debe caer, como otras catástrofes, en el olvido. Las imágenes de los pocos niños sacados por los equipos de rescate de entre los escombros nos hielan el corazón, porque habrá miles de ellos bajo los escombros, como tantas otras personas que son parte de nosotros mismos.

Pero esas imágenes, provocadas por causas naturales, como en este caso son los terremotos, se magnifican si tenemos en cuenta, ahora, que, por ejemplo, Siria lleva doce años de guerra, con millares de muertos, millones de exiliados, buscando desesperadamente huir de las bombas, la destrucción, la muerte que encuentran, ahogados en la travesía o helados en los improvisados campamentos, negándoles muchos países su derecho a sobrevivir. Precisamente el seísmo mortífero se ha concentrado en zona ya devastada por la guerra, con infraestructuras destruidas -hospitales, entre ellas-, donde las bombas del régimen y de los rusos que lo apoyan han masacrado ciudades como Alepo, como están haciendo en la criminal invasión de Ucrania. El drama de los sirios se había olvidado con la desolación cercana de Ucrania. Estamos recordando que a las catástrofes naturales se suman las guerras provocadas por depravados dirigentes. Porque las imágenes desoladoras del cataclismo provocado por el terremoto, con sus edificios desplomados, ciudades enteras destruidas, bajo cuyos escombros hay miles de persona, pueden superarlas los bombardeos actuales rusos sobre ciudades ucranianas y los sufridos, recientemente en Siria, donde se han arrasado núcleos urbanos completos, como ha ocurrido en Alepo.

Sirva, al menos, esta conmovedora tragedia, para recordarnos que no sólo la naturaleza, sino la criminal mano del hombre pugna por acercarnos a un Apocalipsis utilizado con descaro por gobernantes como Putin que, aunque no lo parezcan, forman parte de la especie humana que amenazan destruir si viniese al caso.

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