Los pavos y el pavero

Hoy, esos ministros indignados gritan como piara de pavos ¡amnistía, amnistía! a la voz imperativa de Sánchez, su pavero

No deja de resultar una verdadera curiosidad la riqueza conceptual jurídica que muchos españoles estamos adquiriendo en estas últimas semanas. Prácticamente, la palabra amnistía la habíamos escuchado pocas veces en nuestra vida y muy últimamente para ser decididamente negada. Sí, porque recordarán ustedes que los más destacados miembros del partido ex socialista –y actualmente sanchista– entre los que se hallaron la totalidad de sus ministros y asociados podemitas, se afanaron decididamente, en las semanas inmediatas anteriores a las últimas elecciones generales, para aparecer, en unos u otros medios de comunicación social e incluso en sus propios mítines, afirmando con supuesta convicción que la aplicación de ese tipo de perdón nunca y de ninguna de las maneras sería aplicado por ellos, caso de llegar a formar gobierno, nunca aplicarían eso que es jurídicamente la amnistía. Porque la vigente Constitución de 1978 no lo permitía. Eso hemos estado hartos, incluso, de escucharlo.

Esa supuesta amnistía que “jamás sería aplicada” estaría destinada a todos esos secuaces de Belcebú y cofrades del separatismo –especialmente catalán– que, en los primeros días de un cercano octubre, aún, llegaron a levantarse en contra del orden constitucional, incendiaron las calles, acojonaron física y síquicamente a todos los demás catalanes que no estaban de acuerdo con sus postulados y se sienten españoles de pleno derecho y proclamaron en el parlamento autonómico del Parque de la Ciudadela barcelonesa la independencia de una no constituida ‘república catalana’, desgajándose formalmente del resto de la nación española, en una especie de golpe de estado mucho más parecido a una opereta no desprovista, ni tan siquiera, del cántico a coro, en la escalinata regia –perdón, republicana ya– del propio Parlamento Autonómico catalán, interpretando, pasmosamente mal, por cierto, la partitura de Els Segadors, texto que, incluso, muchos de los diputados autonómicos allí presentes y participantes de la algarada, ni siquiera conocían la letra y tampoco la pronunciaban correctamente.

Toda una ridícula y vergonzosa horterada, transmitida en directo por las cámaras de diversas cadenas de TV de la que, durante el también televisado juicio, ante el Tribunal Supremo y con todas las garantías, quisieron algunos desdecirse, empujados por el miedo al rigor en la aplicación de las vigentes y democráticas leyes que, luego, su pedigüeño amigo, rastrero y mentiroso reptil de la política actual, Pedro Sánchez, acabaría propiciando el rigor de las sentencias y forzando el modo de mitigar las penas aplicadas en verdadera justicia, a cambio de que lo sostengan en las poltronas de la Presidencia del (des)Gobierno, renunciando a cualesquiera ética, honor y vergüenza, aparte sean, asimismo, el pundonor y la elegancia.

Hoy, aquellos mismos ministros indignos gritan como piara de pavos ¡amnistía, amnistía!, a la voz imperativa de Sánchez, su pavero ¿O no?

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