Tribuna

tomás navarro

Periodista y arabista

La deriva turca

La deriva turca La deriva turca

La deriva turca

Fue la administración de Bill Clinton y luego la de Barak Obama, quienes desde la época de George W. Bush, impulsaron un nueva remodelación del Oriente Medio en beneficio de sus alianzas en la zona, dígase Israel y Arabia Saudí… aprovechando la crisis que afectaba a la Federación Rusa incapaz, hasta la llegada del presidente Vladimir Putin, de enfocar una política exterior que ubicase a Moscú en la región. El objetivo de USA era rodear a la República Islámica de Irán de un cinturón sanitario que la incapacitase para promocionar en toda el área los beneficios de su "democracia islámica" en pugna con las tiranías arábigas del Golfo Pérsico y su aproximación a países de la talla de Egipto, el gran Estado sunní, y contando con la integración de Turquía como agente OTAN y también como Estado sunní no árabe.

Para alcanzar los objetivos estratégicos, Washington le dio alas a las operaciones que tuviesen como meta hundir primero al régimen sirio y aprovechar la intentona para cercar al Hezbolá libanés por Occidente (Israel se encargaría de anularlo) y cortarle así a Irán por el Oriente la autopista siria que lleva a Beirut Sur sus influencias políticas y religiosas. Para lograr aunar en un esfuerzo común a aliados tan aparentemente divergentes, la época de Hilary Clinton al frente de la política exterior USA, aprobó intervenciones puntuales en la región para quebrarle a Irán cualquier influencia en el Creciente Fértil dada la presencia iraní dentro del propio Iraq que hizo retroceder los intereses USA elevando a Tel Aviv, Ankara, Riad y Doha como agentes subversivos locales contra el poder iraní.

Bandar Ben Sultán, ex embajador saudí en Washington y príncipe de servicios secretos, maniobró con el inagotable oro saudí y catarí para comprar voluntades y reclutar "tropas de tierra" clandestinas que subvertirían a la tranquila Siria inclinando la balanza contra la presencia iraní tanto en Líbano como en Siria elevando en Iraq la última frontera de Irán en el Medio Oriente. El socio más necesario para ésta operación era Turquía. Su presidente Racep Tayyip Erdogán, islamista afín a la internacional yihadista de la Hermandad Musulmana y aliado del entonces presidente islamista egipcio Muhammad Morsi, colega sunní, apoyaron imponerle a Siria un conflicto cuya finalidad era el derribo por la fuerza del régimen del presidente sirio Bachar al Assad. Por la frontera turca con Siria, Tayyip Erdogán dejó penetrar en Siria a más de cien mil yihadistas para ésta misión imposible donde sus servicios de inteligencia fallaron al no valorar el apoyo real del presidente sirio tanto con su pueblo como con el ejército que mayoritariamente apoyaron al régimen frente a la intentona terrorista.

El alargamiento de un conflicto que se pensó para varios meses terminó contaminando a los intervinientes en el mismo. El golpe de Estado del general egipcio Abdel Fathà al Sisi contra el islamista Morsi determinaba en el país de los faraones que el sedimento nasserista del ejército que permitió al derribado presidente Hosni Mubarak eternizarse en el poder no seria posible con Morsi y su Hermandad Musulmana. El alto mando de los ejércitos egipcios supo que el presidente Morsi, como luego hizo el presidente turco Erdogán con sus militares, pretendía eliminarlos para instalar en Egipto un único Estado Islámico sunní apoyado por la Arabia Saudí. El derribo del islamismo egipcio supuso la calificación para la Hermandad Musulmana de organización terrorista limpiando al Estado de la influencia de los radicales sunníes. El temor del presidente turco a que una asonada de militares fieles a los valores republicanos de la laicidad le derribase del poder hizo que éste adelantase la operación simplemente provocándola (autogolpe) consiguiendo con ello eliminar ésta posibilidad adelantándose a los acontecimientos.

Conseguida la operación, Erdogán como Al Sisi en Egipto pero al revés, limpió al Estado turco de cualquier laicidad reimplantando a personajes fieles al islamismo presidencialista como único objetivo de Estado en el horizonte. La reislamización de la sociedad turca y el sometimiento vía militar para la disidencia kurda, desde entonces han sido la meta del presidente Erdogán. La cuestionada victoria electoral por la mínima en su refrendo último es el penúltimo intento del islamista Erdogán por confeccionarse un traje a medida y largo en el tiempo que le permita disfrutar de la presidencia de Turquía ininterrumpidamente. Más la deriva turca iniciada tras el fracaso del islamismo en Egipto y su carrera alocada contra Rusia que finalmente debió reconducir arrepintiéndose de sus actos con el presidente ruso Putin, animó al nuevo presidente USA, Donald Trump, a dar un golpe de timón frente a Turquía, Arabia Saudí, Israel y Catar. Si Obama se negaba a liderar durante años un ataque contra Siria, Trump lo hizo a su 86 día de mandato presidencial. Los efectos han sido sorprendentes en las trincheras diplomáticas de la zona pues ahora es de nuevo Estados Unidos quién toma el mando supremo de la región. Felicitando a Erdogán por su triunfo electoral y teniendo al egipcio al Sisi de nuevo bajo la órbita de Occidente y al israelí Netanyahu, la Casa Blanca y el Pentágono ha recompuesto al descompuesto cinturón sanitario de Hillary Clinton que se fragmentó por la tenaz resistencia del presidente sirio Al Assad y su apoyo no menos tenaz del presidente ruso Putin. Con la maniobra de un único ataque unilateral donde todos estaban avisados contra un aeródromo militar sirio, Donald Trump dirige ahora desde Washington todo los intentos de Occidente en el área arabomusulmana. El eje de Washington, Tel Aviv, Ankara, Riad y Doha ya está definido y con Trump al mando. Por eso el presidente turco seguirá siéndolo. La deriva turca se la ha merendado la Casa Blanca.

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