Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Capitalismo 'feminista'

Como todos los postulados, con su pizca de verdad que explique ese desajuste entre deseo y realidad

Los cambios se aceleran y los cerebros echan humo para explicar tanta novedad. Entre tantos temas clave, el del nuevo espacio de la mujer genera teorías como colores, con postulados ya muy manidos pero con uno que me sorprendió recientemente por la singularidad de su enfoque.

En síntesis, se postula la idea de que el feminismo no sería más que una ideología tolerada y alentada desde el propio capital para conseguir más y mejores trabajadores desconectados de sus necesidades reales y elementales, orgullosos de poder ser más y mejores consumidores en su ilusión de igualdad y libertad.

Así, siguiendo esta teoría, si el feudalismo previo a la Revolución Francesa tuvo siervos, el capitalismo del siglo XIX y XX habría generado trabajadores a cambio de salario y consumo para crear un patrimonio propio. Ok. Hasta aquí todo conocido y perfecto. Pero, según este peculiar enfoque, el propio capital habría localizado todo un sector de la sociedad aún improductivo que 'sólo' se dedicaba a cuidar a niños, ancianos, familiares o enfermos: las mujeres que velaban por el hogar, por lo íntimo, las invisibles que cuidaban de todos los demás. Improductivas y anónimas pero necesarias en las trastiendas del sistema como con el tiempo se ha visto.

El postcapitalismo más reciente habría reaccionado abriendo el cupo de gente contratable y explotable y teóricamente dependiente que mediante el trabajo remunerado rompería ataduras con su propio origen familiar, social y procreador para descubrir la libertad del asalariado productivo fuera del hogar.

Pero, si todos están produciendo ¿quién cuida de los demás? Otros trabajadores del cuidado, claro.

De resultas de toda esta apertura, con los hogares más solos y sin nadie que nos cuide o arrope más que nosotros a nosotros mismos, el único vínculo con el mundo sería el trabajo del que salimos para estar de nuevo solos en nuestros pisos vacíos para, de nuevo, volver a producir más y más productos por un salario con el que llenar de cosas y experiencias tanta soledad. Nada mejor que gente así para un sistema al que solo le interesa el rendimiento y la productividad.

Curioso enfoque, ya se ve, en el que las personas por sí mismas poco o nada importan. Pero, como todos los postulados, con su pizca de verdad que explique ese desajuste tan antiguo como contemporáneo entre deseo y realidad.

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