Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Recuerdos de Colegio Mayor

Son baluartes de la formación integral y motores de la ciudad universitaria que tenemos

El Colegio Mayor Jesús María celebró sus setenta y cinco años de vida y al saberlo no pude por menos que tirar de memoria y rescatar muchos momentos que allí viví en los que el alimento cultural y espiritual fueron y son un común denominador.

El paso del tiempo ha hecho que ahora sea mixto aquel espacio femenino que tuvo como contraparte el colegio de los chicos, el Loyola, con el que tuve más relación. Pero tanto monta antes como ahora un espacio en Cartuja consagrado al saber y a la promoción de las personas desde un humanismo crítico y revelador.

Muchos recuerdos para un aniversario. Entre los míos, aportar que allí tuve la ocasión de conocer en persona nada menos que al cardenal Tarancón de quien me quedó ya por siempre indeleble la convicción de que ser Iglesia y tener una visión arraigada en unos principios pero abierta del mundo es algo compatible y necesario. O, por supuesto, las conferencias estupendas de Juan Antonio Estrada, ese sabio jesuita que tanto me aportó de apertura de miras y defensa de lo que de verdad tiene valor.

Instituciones así son baluartes de la formación integral y motores de la ciudad universitaria que tenemos, agentes de una formación en convivencia con el saber más allá de los títulos con máster e idiomas que colgar en el despacho. Afinar y refinar el espíritu y resonar con notas que no todos escuchan es lo que hace al verdadero universitario mejor persona y alguien valioso para la sociedad, como dejan patente los que pasaron por este Jesús María que todos guardamos en el corazón.

Tuve la suerte de saber de la experiencia de habitar un Colegio Mayor por hermanos y amigos. Así supe que allí experimentaron la universidad con mayúsculas, veinticuatro siete que dirían ahora, pudiendo aterrizar y habitar la ciudad en un espacio de convivencia donde perfilar la propia vocación profesional con gente que tiene mucho de eso, vocación de formar personas, esa entrega más allá del deber que tanta falta hace en una sociedad que demanda compromiso, labor callada y constante, renuncias y abnegación.

Todo esto en los colegios mayores se aprendía más por ósmosis que por ir a clase. En conferencias, con los famosos musicales que montaban allí y por esas redes de solidaridad que se crearon entre alumnos que se encontraron en su juventud con un rincón donde poder soñar lo que ahora ya son.

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