No es un fake afirmar que Granada no está precisamente entre las ciudades mejor y más iluminadas de España, como Vigo, Badalona, Málaga o Madrid, pero las lucecitas tan pobretonas con las que el Consistorio granadino nos ha adornado la ciudad esta Navidad, sinceramente no las esperaba.

En descargo de nuestro Ayuntamiento sólo puedo decir que está endeudado hasta las trancas, pero, a pesar de ello, podrían haber escogido con más atino tan escasa iluminación navideña.

En mi barrio sólo hay luces provenientes de las fiestas populares de verano, son más baratos: mares, olas, peces, y demás motivos en azul marino nada navideños, sólo faltan delfines y barquitos, pero he visto hasta bellotas. Ni pinos, ni renos, ni copos de nieve, ni bolas, ni regalos, nada tradicional navideño, y motivos religiosos, ni están ni se esperan estrellas, angelitos, portales…, a excepción del belén luminoso de Puerta Real.

¿Y qué decir de que muchas calles principales de Granada no tengan luces y que las más largas sólo tengan tres o cuatro colgantes?

El resultado, un alumbrado muy escaso y empobrecido, que, desde otra perspectiva, también refleja nuestra pobreza y abandono estructural.

El Consistorio podría haber hecho un esfuerzo en estos menesteres navideños, porque está comprobado que una buena iluminación de las ciudades anima al consumo, atrae a visitantes –porque el turismo de luces navideñas es ya un hecho–, y, en definitiva, revierte en importantes beneficios. Y, dada la situación de preterición de Granada, le hubiera venido muy bien económicamente convertirse en una ciudad referente en iluminación en Navidad, con atracción de turismo navideño, siempre más proclive a consumir.

Que Granada tiene que evolucionar hacia un turismo de calidad es la gran asignatura pendiente de este consistorio, de los anteriores y de los siguientes. Tasa turística para compensar el deterioro de la ciudad que también produce el turismo de masas, ciudad siempre limpia, transporte rápido y puntual, medidas contra la gentrificación del centro histórico, impulso de atractivos turísticos novedosos y alternativos al triángulo Alhambra-Albaicín-Monumentos, gastronomía, hostelería y hospedaje de gran calidad –¿para cuándo una estrella Michelín para nuestra ciudad?–.

En fin, Granada arrastra desde hace décadas, aparte de una deuda estratosférica, un cúmulo de despropósitos de gestión que la han llevado a la situación límite de preterición en la que se encuentra actualmente en muchos frentes, incluido el turístico, y van a necesitarse otras muchas décadas para revertirlo y conseguir llevar definitivamente a nuestra ciudad al siglo XXI.

Las lucecitas navideñas pobres, escasas y marineras son sólo una muestra más de la postergación integral que sufre Granada. Pese a todo, feliz año.

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