Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Mili para los ni-ni

Su última propuesta roza el desatino y mezcla churras civiles con merinas militares

La Compañía Operativa de la Policía Militar de Valencia, una especie de guardia pretoriana del general Jaime Milans del Bosch, empleó los doce meses de 1980 en la preparación del golpe de Estado del 23 de febrero del año siguiente. La unidad la conformaban unos 150 soldados de reemplazo que pasaban la mañana disparando al horizonte, corriendo por las playas de la Malvarrosa, en ocasiones con piedras de tres kilos a cuestas, o aprendiendo como eliminar a un rival imaginario con un golpe de tolete en la nuez. En aquel grupo caracterizado por la obediencia ciega y una feroz disciplina, yo, con 1,77, era el último de la fila y el encargado de cuidar a una jauría de dóberman a los que amariconé, según el sargento primero Fortich. Si algo aprendí allí fue el sutil arte del escaqueo y que el uso de la libertad es incompatible con el miedo. Refiero la batallita para enlazar con la última ocurrencia del juez de menores Emilio Calatayud, partidario de que los chavales que ni estudian ni trabajan sean condenados a uno o dos años de servicio militar obligatorio. Y se explaya: "Lo que iba a disfrutar viendo a esos niños y niñas que (…) están todo el santo día con el móvil. ¡Un, dos, un, dos! Ja, ja, ja".

Calatayud fue un adolescente rebelde y un mal estudiante que estuvo internado en Campillo y que escarmentó después de que su padre lo pusiera a trabajar un tiempo. La espartanía lo salvó de sí mismo; y no hay que haber leído a Freud ni a Pavlov para concluir que esa convicción pudo influir en su posterior defensa, ya como juez, de un principio de autoridad muy debilitado entre las nuevas generaciones. Campechano, generoso y bienintencionado, ha dictado sentencias de gran repercusión mediática que han hecho comprender las consecuencias de sus actos a muchos menores descarriados. Pero su última propuesta roza el desatino y mezcla churras civiles con merinas militares, por mucho que las Fuerzas Armadas actuales no estén pensadas, como cuando Milans, para reprimir a los ciudadanos antes que para la defensa frente a una agresión exterior. España no es un cuartel, poco aprenderá de autocontrol y uso de la propia libertad quien entre forzado en el Ejército y vea como sus actos pueden ser sancionados por un tribunal militar. Ocurre con la fama que quienes la sufren confunden su persona con su personaje. Y Calatayud corre el riesgo de creer que es Calatayud como Napoleón creía que era Napoleón.

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