Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Guapo hasta en el insulto

Ha anunciado que no volverá a actuar. Lo he sentido como una derrota íntima, como un castigo de la edad

Cuando vi a Alain Delon en A pleno sol pensé que la mujer de mi vida era un hombre. Con Robert Redford sucedió lo mismo. Contemplándolo por primera vez frente a Barbra Streisand en Tal como éramos concluí que, puestos a meterme en la cama con uno de los dos, mejor con él. De eso hace 40 años. La cosa no pasó a mayores ni yo he vuelto a enfrentarme al espejismo. Ahora, ya octogenario, el galán que llenó las pantallas en los 70 y fue capaz de aguantarle el primer plano a Paul Newman, otro de los animales más bellos del mundo, en Dos hombres y un destino y El golpe, ha anunciado que no volverá a actuar. Lo he sentido como una derrota íntima, como un castigo de la edad. Aparte de guapo hasta el insulto, Redford fue un actor correcto y versátil que eligió (o le eligieron) con acierto sus películas. Debutó con Arthur Penn y a la sombra enorme de Marlon Brando en La jauría humana, un alegato contra la América profunda y heredera del juez Lynch (padre de la palabra linchamiento). Se convirtió en el intérprete fetiche de Sydney Pollack, quizá el director que mejor supo manejarlo. Incendió la pantalla en películas como Descalzos por el parque, Todos los hombres del presidente, El gran Gatsby, Los tres días del cóndor o El jinete eléctrico. Y ganó atractivo a medida que se le revolvía el fuego del pelo, marcaba arrugas a navaja y alcanzaba la plena madurez. A punto de cumplir los cincuenta encarnó al amante de Meryl Streep en Memorias de África, basada en la novela Lejos de África, de la escritora danesa Isak Dinesen. Ambos, el libro y el film, constituyen un canto a la naturaleza y un castillo de románticos fuegos de artificio.

Redford lo ha sido todo en el cine: actor, productor, mecenas y fundador del festival independiente de Sundance, nombre con el que homenajeó al forajido Sundance Kid que interpreta en Dos hombres y un destino, el maravilloso western crepuscular citado anteriormente en el que los revólveres hablan y disparan mensajes sobre el amor y la amistad entre dos varones y una mujer. Ahora se va con una última película, El viejo y la pistola, que se estrenará en los cines en septiembre. Aprovecharé su visión para maldecir el paso del tiempo y la cruel devastación de su rostro. También para despedirme de él, para decirme bajito "gracias por los buenos ratos, rubio". Y ya sabes: no soy gay… pero como lo siese.

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