La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Política, cultura y OCG

¿Cómo puede creerse alguien a Granada como capital cultural si tiene languideciendo a la mejor orquesta sinfónica de Andalucía?

La cultura nos demuestra que la libertad anda viva. Como una extensa gasa limpia cuyo filtro nos permite distinguir lo cierto de lo incierto; ver cómo escribir es libre, opinar es bueno, y tener agallas para decirlo con la independencia debida es necesario. Alimentarse con cultura para no engordar de pesimismo.

La cultura no interesa a la política porque ésta no la domina con el afán de sometimiento al que aspira. Ni siquiera para estimular fiscalmente el mecenazgo. Por eso la prefiere dependiente, presupuestariamente hablando, para que no se desboque de la línea oficiosa, impuesta por quien maneja los cuartos públicos desde la política de partido.

El presupuesto público para cultura quieren que sea el ronzal con el que la política la atempera. Que la cultura sea siempre crítica e indomable en su expresión creativa la hace más atractiva, pero no les estimula para defenderla.

Cuando la política crea en la libertad, de veras, se obligará a defender la cultura como instrumento principal para lograrlo. Será el tiempo, a partir de ese día, de avanzar sin freno con pueblos realmente libres. Soñemos con el día en que la política entienda que la carga que más pesa es tener pueblos sin cultura; y extenderla, divulgarla y promocionarla para que no sea pasto de las llamas de efímeros cargos.

Granada no puede aspirar a ser capital de la cultura ahogando a una orquesta como la OCG. La Junta debe rescatarla como ha hecho con la sinfónica de Sevilla. ¿Cómo puede creerse alguien a Granada como capital cultural si tiene languideciendo, ni para un taxi oiga, a la mejor orquesta sinfónica de Andalucía por impagos y falta de solvencia presupuestaria? Granada no puede desesperar con decepción permanente a los nuevos talentos; ni rebajar al simbolismo propagandístico el recorte presupuestario evidente; ni huir de la cultura porque la política no consiga someterla; ni acomodarla en exclusiva al gusto del que viene sólo a firmar autógrafos. El pueblo no merece ese desdén nazarí y sevillí.

Como en educación, gastar en cultura es invertir en nuestra libertad. Si será decisivo ese gasto que nos hace independientes para la política, y, por tanto, mejores. También a los políticos les haría. Otra cosa será que les interese vernos así, tan libres.

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