Res Pública

José Antonio Montilla

montilla@ugr.es

La coherencia política

Casi todas las actuaciones de Pedro Sánchez me han parecido erráticas, tanto en la forma como en el fondo

Reconozco que perdí la fe en Pedro Sánchez el 26 de junio, tras la repetición de las elecciones. Esa noche electoral no hizo lo que debe hacer un político cuando es derrotado por segunda vez en unas elecciones, con peor resultado que la primera: dimitir. Todo lo contrario; se aferró a su ilusión de ser Presidente del Gobierno, cuando la aritmética ya no lo permitía, como en la legislatura anterior, sin querer aceptar la realidad. Se desató con ello un conflicto interno sobre el que se ha escrito mucho pero puede resumirse con una frase bíblica: "Quien esté libre de culpa que tire la primera piedra".

Desde entonces, casi todas sus actuaciones me han parecido erráticas, tanto en la forma como en el fondo.

En la forma, es inconcebible que con un partido roto, un candidato a la secretaría general continúe alentando el enfrentamiento. En su lectura, no se trata de reconciliar al partido sino de rehabilitar a un secretario general que fue derrocado (si no estuviéramos en la era de la posverdad diríamos que fue derrotado en el Comité Federal por 137 votos a 109). A partir de ese relato, los otros, los que derrocaron al secretario general, son "traidores", "golpistas", "lacayos", "ratas", etc. Con esos amables apelativos se refieren a sus "compañeros" en las redes sociales militantes socialistas de Granada, sin ir más lejos. Quién piense que esos insultos se van a olvidar después de las primarias es que no conoce la condición humana.

Pero no es sólo la forma de actuar, también el fondo del discurso me resulta incoherente. Primero nos dice que Cataluña es una nación, y España una nación de naciones, o defiende la confluencia con otras fuerzas de izquierda. Son dos errores políticos en cuanto alejan al partido de su marco de referencia (Lakoff). Por un lado, resulta absurdo que el PSOE se adentre en el discurso de los nacionalismos cuando tiene la bandera de la mejor respuesta a la crisis territorial: el federalismo. Por otro, desde el abandono del marxismo, el PSOE parecía tener claro que si se arrinconaba en la esquina izquierda nunca ganaría elecciones. Ahí están Hamon y Corbyn para recordarlo. Puede apoyarse en otros partidos para gobernar pero sin encadenarse a ellos, con autonomía para pactar, como hace Costa en Portugal.

Sin embargo, la semana siguiente Cataluña ya no era nación política sino cultural y el PSOE volvía a ser un proyecto autónomo. Como decía Groucho Marx, "estos son mis principios, si no te gustan tengo otros". Comprenderán que, a mi juicio, un candidato así sólo puede llevar al desastre a mi partido.

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