Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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El mito de la madriguera

El mundo lo mueven, no la economía ni el poder ni el amor, sino sus grandes metáforas

Indelebles las imágenes de la expulsión de Hu Jintao del Congreso del Partido Comunista Chino. Temible alegoría de la verdad del poder. ¿Qué mueve el mundo? La economía (Marx), el amor (Freud) o el poder (Nietzsche). No. Más bien son las grandes metáforas y alegorías, destiladas por el poder, la economía o el amor, las que de verdad mueven el mundo. He aquí algunas: el alma, las leyendas de salvación eterna, romeos y julietas, ovnis, atlántidas, caminos de santiago, santos griales, balones de oro, jerusalenes que liberar, harenes que asaltar, excalibures que extraer de rocosas cajas de caudales… El elíxir de la eterna juventud o el bálsamo de Fierabrás. Cuando se renuncia a esas armas poderosas e iridiscentes que son las esculpidas y cinceladas imágenes o las eufónicas palabras, aquellas que embelesan y enamoran, y nos embarramos con insultos infantiles, pueblerinos, catetos, irracionales, estamos a un paso de atomizarnos, sin necesidad de bombas nucleares; de contagiarnos del cabreo que excretan personajes públicos y la encabronada hueste de los internautas del mundo, y terminar solos, sin alegoría a la que agarrarnos, encerrados y enfurecidos, violentos, en nuestra madriguera. De la que hemos salido disparados, tras haber permanecido, obligatoriamente, en el oscuro laberinto del confinamiento, para recuperar todos los rayos de sol que deberían de habernos atravesado y que no lo hicieron. Nos estamos comportando como el prisionero que escapa de la caliginosa caverna del mito platónico, en la que ha pasado toda su vida, y que, una vez fuera, se ve deslumbrado por un sol cegador. Escapando de nuestras madrigueras, nos hemos tirado a la calle a administrarnos en vena las raciones de felicidad que nos fueron negadas en el encierro y que creemos merecer. Y ahí fuera nos hemos encontrado con un mundo raro, deslumbrante, amenazado por la inflación, por un clima desnortado y por los exasperantes instintos expansionistas de los más poderosos que, incapaces de resolver los asuntos domésticos, para despistar y no perder el poder se embarcan en sangrientas y rentables hazañas bélicas. Y estamos consumiendo trozos importantes del planeta por si nos vemos obligados a volver pronto a nuestras madrigueras; embarracados, solos en un rincón, con nuestra mierdecica y nuestro chupe. Como bebé sin teta.

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