Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Los renglones torcidos

Dios escribe derecho con renglones torcidos. Las mujeres intentan escribir torcido sobre renglones derechos

El sueño de la calor engendra monstruos. En el duermevela de estas noches tórridas se le puede ocurrir a uno la locura de preguntarse qué diferencia a hombres y mujeres cuando ejercen el poder. Si ellas, llegadas recientemente a la gestión de lo público, se ven atrapadas por la jaula de hierro del juego partidista o si en sus actuaciones se alejan del formato ‘varón’. O sea, si, en cuanto a las formas, podemos distinguir a las mujeres de los hombres en el ejercicio del poder democrático. Ya me planteé este asunto para la Literatura en un texto que me pidió la profesora María Victoria Prieto para la contraportada de su antología La voz escrita de las poetas (2006). ¿Se escribe ya como mujer o se escribe aún como ‘escritor’? Voy a auto plagiarme, con el permiso de ustedes: “La escritura, la cifra, lo prohibido”, elucubraba yo entonces, “ejerció desde su origen una atracción natural sobre las mujeres, excluidas del acceso directo a los textos sagrados y relegadas a una oralidad, tremendamente rica y productiva, pero aplastada por el prestigio de las verdades patriarcales del libro. Despacito y con buena letra –esta antología ofrece ejemplos notables del empeño– las mujeres han ido colándose en el paraíso cerrado de lo escrito, amenazadas siempre, si se salían de la línea o echaban un borrón, con la vuelta al tabaque de la calceta. Muchas han sabido escribir torcido sobre los derechos renglones de las caligrafías masculinas. Porque hasta ahora, no ha sido posible escribir como hombre o como mujer: sólo se ha escrito como ‘escritor’. Gracias al esfuerzo a contracorriente de las antologadas, las mujeres están ahora más cerca que nunca –sin importarles los borrones, los renglones torcidos, y conservando el cesto de costura–, de encontrar ‘las otras maneras’ de rellenar la plana. Cuando alguna lo consiga, saludaremos el nacimiento de la primera ‘escritora’. Por ahora juegan en campo contrario”. ¿Thatcher, Merkel, Ayuso, Yolanda Díaz, Irene Montero, Belarra, Cuca Gamarra o Colau han sabido escribir torcido sobre los férreos renglones de las caligrafías políticas masculinas, o se han visto obligadas a jugar –caso María Guardiola– en campo contrario, con reglas que ellas no redactaron? Y las formas acaban difuminando, sin remedio, el fondo de sus propuestas, asemejándolas a las de los varones.

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