Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

Los tomates de Facebook

En el fondo del agujero negro de la nada, se agazapan, junto con la esperanza, las dudas y los miedos

Los humanos, dueños de más o menos inteligencia natural (IN), tenemos en el cerebro alguna conexión equivocada que nos lleva a necesitar de mediadores entre el misterio y nosotros. Porque misterio, haberlo, haylo. ¿A ver quién sabe decirme a estas alturas qué hacemos 8.000 millones de criaturas perdidas y solas en el espacio curvo, entre galaxias y agujeros negros? Que alguien me lo explique. En el fondo del agujero negro de la nada, se agazapan, junto con la esperanza, las dudas y los miedos que los mediadores vienen aprovechando para sembrar el incierto destino de la humanidad de promesas de salvación eterna y terrenal. Estamos preparadísimos para que nos prometan cosas irrealizables e imposibles, y no sólo para creérnoslas, sino para pagar durante miles de años a sus autores. Ahora estamos a las puertas de que alguien suba de nuevo al Monte Sinaí para recibir, en exclusiva, del dios de la Inteligencia Artificial las nuevas tablas de la ley. Los CEOS de openAIl, Microsoft, Google y Anthropic aspiran al puesto de Moisés. Intentan, por separado, contar con la ayuda del padrecito Estado para arrojar a los otros del Templo Sagrado del Conocimiento. Amenazan con que, si no son ellos los que desciendan de Silicon Valley con la tablas de la ley, nos puede pasar de todo. Por ahora –creo–, Quevedo, Petrarca, Broncano, José Mota y este bloguero tenemos poco que temer de la IA (y de su Moisés). Porque, a la presente, la IA no alcanza a hacer nada más que poemas mediocres y chistes vulgares, sin gracia, tabernarios. Acabo de comprobar, y solo he necesitado del escrúpulo de inteligencia natural (IN) que recibí de mi genoma, que la ironía, lo que viene siendo el algoritmo de Facebook, no la capta. Escribo en mi muro esto: “Que lo sepáis: el tomate contrimás mataúras tiene, más sabroso. Matad a todo aquel que os diga que el tomate ‘marida’ con el aguacate o con cualquier otro producto exótico: una navaja, un puñaíllo de sal... y pa’ dentro. Unas goticas de aceite no le vienen mal”. Inmediatamente el algoritmo detecta el verbo ‘matar’ y me advierte de que si no lo corrijo, me cerrarán la cuenta. Me han tomado por un asesino en serie. Sustituyo ‘matad’ por ‘mirad mal’ y transige. Y me perdona. Deduzco, entonces, que el algoritmo de Facebook es más torpe que este bloguero de arrabal. Y ya es decir.

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