El Palquillo

Qué ver en la Madrugada en Sevilla: la noche de la emoción por excelencia

La Esperanza de Triana lista para salir

La Esperanza de Triana lista para salir / Víctor Rodríguez

Es el vértice de la Semana Santa y la jornada en que la ciudad detiene su propio tiempo para ajustarse a lo imposible y lo inimaginable. La Madrugada de Sevilla, antes y después, alfa y omega, principio y fin, se constituye como ese instante definitivo donde todo puede suceder. Es la noche de la ilusión, del recogimiento, de la algarabía, de la sobriedad, del bullicio, del sueño, de la amanecida... La vida misma en unas horas. 

Con el puente del Jueves Santo aún sin derrumbarse, la ciudad entra en una espiral de desmoronamiento y resurgimiento donde seis cofradías cumplen su rito de siglos ante el mundo. En la Madrugada hay que verlo absolutamente todo, y a ser posible con detenimiento y pausa porque cada pestañeo vale un imperio. Es difícil trazar un itinerario o una serie de sugerencias, dependiendo de cuánto queramos aprovechar la mañana, pero apuntaremos varios sitios clave de cada cofradía.

En la profundidad de la noche, sin apenas percatarnos, nos toparemos con lo inmutable y eterno: la Cruz de Guía del Silencio, cuyos nazarenos vuelven a salir en procesión como hace más de seis siglos tal día como hoy. Su compostura inamovible y la personalidad de sus pasos conmueven a todo aquel que se acerque, por lo que cualquier lugar es recomendable. Si preferimos algo más de comodidad, en la calle Cuna o Aponte, ya de regreso, son opciones plausibles. 

No hay respeto más abrumador que el que guarda Sevilla cuando pasa su Señor, el Gran Poder, el que a todos nos iguala. Su salida es un instante de especial recogimiento, al igual que su transitar de regreso por el Museo o San Vicente, ya con el cielo desperezándose antes del alba. Imprescindible detenerse, por supuesto, en el palio del Mayor Dolor y Traspaso, una auténtica joya. 

El palio de la Presentación llega al Postigo El palio de la Presentación llega al Postigo

El palio de la Presentación llega al Postigo / Víctor Rodríguez

Abruptamente, un remolino de alegría incontenible se apodera de nuestro ánimo cuando asoman por la Alameda las plumas blancas de los armaos acompañando al Señor de la Sentencia. Aún así, en los ojos de la Macarena cuando raya el día, por San Juan de la Palma, se encuentra la felicidad misma de cientos de cofrades que cumplen, un año más, su promesa de acompañar a la Esperanza camino a su barrio, que luce luminoso y vestido de fiesta. Pura emoción. 

En la quietud de la madrugada, nuevamente, nos asomamos a ver la imperturbable cofradía del Calvario, cuyo crucificado nos quiebra por dentro cuando pasa ante nosotros. Con las primeras luces grisáceas de la mañana, por Molviedro, es un clásico ya asentado entre todos los cofrades. Desde Triana, su Esperanza y el Cristo de las Tres Caídas, orgullo y primor del barrio. Cualquier definición será insuficiente y escasa: hay que verla, sea donde sea, canon de un estilo sin parangón ni analogía. Con el cambio de itinerario su paso por Zaragoza gana adeptos, pero nuevamente es de obligado cumplimiento cruzar con Ella el puente con el sol en lo alto. 

Jesús Nazareno llegando a la Campana Jesús Nazareno llegando a la Campana

Jesús Nazareno llegando a la Campana

Por último, con la personalísima cofradía de Los Gitanos, se nos cierra ya la Madrugada, eje emocional del calendario particular del sevillano. Se detiene el tiempo cuando pasa ante nosotros el Señor de la Salud, bien por las Dueñas en la profunda noche o por la mañana camino de la Alfalfa mientras caen pétalos de flores. Todo quedará en el más absoluto recuerdo cuando la mantilla blanca de la Virgen de las Angustias, honra del pueblo gitano, marche perfumando de las más puras esencias la ciudad renacida del tiempo y de su propio ser. 

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