Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Fusión y desfusión

Para verdades, el tiempo! Cuando en Granada se conformó un grupo de opositores a la fusión hospitalaria que movilizó a decenas de miles de manifestantes, los responsables sanitarios agitaron el aparato de propaganda institucional, tiraron de presupuesto y trataron de convencer a la ciudadanía de que la plataforma estaba dirigida por partidarios de la privatización del sistema público. Los doctores Jesús Candel y Fidel Fernández Quesada, líderes visibles del movimiento, explicitaron desde el primer momento que lo que escondía el proyecto oficial, claramente contrario a los intereses de los pacientes, era un ERE, un enorme expediente de regulación de empleo que debilitaría el servicio sanitario andaluz. Pero los argumentos oficiales y las cuantiosas partidas publicitarias lograron convencer a muchos profesionales de la comunicación de lo contrario y la batalla fue tremenda. De hecho, los propagandistas de la Andalucía imparable centraron sus ataques en Candel, un señor extravagante en su aspecto y manifestaciones, aunque cargado de razón y buenas intenciones, y no escasearon los periodistas que sortearon los más elementales códigos deontológicos al confundir los intereses de los responsables administrativos con los de sus medios, esto es, los suyos propios. Esas eran, a trazo grueso, las posturas enfrentadas hasta que Susana Díaz, temerosa de que el conflicto le pasara factura en las elecciones primarias del PSOE que finalmente perdió, accedió a paralizar la fusión.

Ahora llega la Cámara de Cuentas de Andalucía y confirma que el SAS perdió 7.773 empleos, 939 de ellos en Granada, entre 2011 y 2013, y que se han adjudicado más de cinco millones de euros a directivos en retribuciones al margen del convenio. Esto es, que mientras se compensaba con dinero público a muchos leales a la causa, se desarmaba el ejército laboral del SAS. La intervención de la Cámara me ha hecho recordar un viejo chascarrillo que ahora recorre las redes. En el postre de una comida de empresa, el máximo directivo de la compañía contó un chiste que provocó la carcajada de todos los presentes menos de uno. Cuando al cuarto de hora cesaron la hilaridad sin límites, los llantos de risa, los ahogos y las toses, el alto ejecutivo se dirigió a él y le preguntó: "¿Es que a usted no le ha hecho gracia?". A lo que el trabajador contestó: "A mí me ha hecho la misma gracia que a los demás, pero es que yo me jubilo mañana". Ese fue el drama de los que desmontaban a escondidas el régimen sanitario común: no pensaron que quedan personas, médicos, enfermeros, pacientes, y hasta periodistas y periódicos, como este, libres y capaces de actuar como si se jubilaran mañana. ¡Para verdades, el tiempo!

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