Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Libros callejeros

El ‘ebook’ desplaza a los libros de papel que, como mascotas abandonadas, vagan por las calles

Miré unos libros abandonados en la calle, cuidadosamente apilados, con la misma mirada compasiva que dedico a las mascotas abandonadas por sus dueños en vacaciones. Todavía no he dejado mis libros en el postigo de algún convento, como huérfanos sin padres, pero quizá lo haga. He probado con bibliotecas locales y provinciales para que acojan mis 6.000 libros, pero no hay quien los quiera adoptar. No disponen de espacio para ellos ni tiempo para catalogarlos. Me sugieren que done los más espabilados a alguna librería de viejo. ¡Los he amado tanto! No los he leído todos, ni mucho menos, pero ahí estaban por si buscaba un referente, un respaldo, una nota. El ebook está acabando con los de papel. Quizá no hubiera reparado en esos libros callejeros si no hubiera visto en uno de los rimeros el Florido pensil de Andrés Sopeña, en la singular compañía de obras de Luca de Tena o de Harold Roobins. Escribí al autor informándole de mi hallazgo y de que no lo había adoptado porque ya lo tenía y porque confiaba en que lo recogieran manos amigas a las que aprovecharan las enseñanzas que el libro contiene sobre cómo nos educaron en la Dictadura. Le mandé una foto de los libros y me alertó de que el suyo era “un incunable: hubo que cambiar esa portada –la de la foto, que era de EDELVIVES–, propiedad de los Maristas que pidieron un millón de pelas por usarla. Les dijimos que carecían de derechos sobre ella y contestaron que lo sabían, pero que nos llevarían a juicio, que se paralizaría la distribución, y que, para cuando ganásemos, habrían pasado meses y el lucro cesante sería descomunal. Pagamos y pusimos mi foto en su lugar… En cuanto a las ‘lecturas’, a las interpretaciones posibles de la foto –me dijo– dan para uno de tus artículos..., o para una tesis doctoral. Lo que Edad prohibida o Los renglones torcidos de Dios, por ejemplo, aportaron a la forja del mundo de valores, creencias o principios en su momento, frente a lo que significarían ahora; o las razones de ese ‘abandono’, las razones de ‘ese’ concreto abandono, esa colocación esmerada, los sentimientos y sensaciones experimentados… Dudo mucho que los haya abandonado el propietario o propietaria, pero bien podría ser una viuda o viudo, un hijo... Eso sí, están muy gastados, muy leídos”. Pasé al rato, y El florido pensil ya había sido adoptado.

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