Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

El SAS privatiza

Me sobrecoge comprobar que el Servicio Andaluz de Salud está peor organizado que el ejército de Pancho Villa

Leo los detalles por los que la Asociación Justicia por la Sanidad denuncia a la cúpula del SAS y quedo pasmado. Me sobrecoge, si es cierto, que diplomados en Enfermería puedan dirigir unidades de atención primaria, lo cual equivale a poner a capataces o peritos a dar órdenes a arquitectos, pero con vidas ajenas de por medio. Me sobrecoge, repito, pero no me sorprende, porque un par de averías me han obligado a realizar periodismo de investigación forzosa, a acudir al Servicio Andaluz de Salud y a comprobar que está peor organizado que el ejército de Pancho Villa. Han tardado medio año en citarme para el preoperatorio de una hernia y, cuando lo han hecho, me han derivado a la privada, a San Rafael, con el fin de ahorrar tiempo (y no sé si algo más). Dos días antes de la visita llaman y me proponen un preoperatorio distinto el día 27 en el Clínico. La mano izquierda del SAS (pública) no sabe lo que hace la derecha (privada).

Peor es lo de la próstata. En seis meses crece en dos ocasiones el PSA (un índice tumoral, para entendernos) y el urólogo necesita conocer el cociente libre para decidir si recomienda una biopsia. Su primer encargo no queda claro si lo hizo. Y el segundo lo ignoran los del laboratorio. El caso es que el doctor me recibe con los modales de la cabra de la Legión, me ordena que me siente sin mirarme ni quitar los ojos de la pantalla del ordenador y, al más puro estilo de Elena Ceaucescu, ("Cuando nosotros dos hablamos, usted se calla"), me propone recomenzar el proceso, que difícilmente requerirá menos de dos meses, o acudir al quirófano sin los resultados dos veces fallidos. Tras negarse a plantear cualquier solución de urgencia, me grabó con el móvil cuando le exigí que hablara en buen tono y que no me tratara como a ganado. Así que al privado, que ha encontrado tiempo, educación y soluciones inmediatas. Porque le pago, sí, pero infinitamente más le pago, mes tras mes y desde hace casi 35 años, al tipo del SAS (como usted y usted y usted y tantos). E infunde pavor ir a verlo, ya sea porque está saturado y no dispone de tiempo para atender a tanto paciente, ya sea porque sufre un ataque agudo y crónico de malafollá granatensis y no hay jefe que lo reprima. El acojono y el pésimo servicio abren la puerta trasera a la privatización.

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