Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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La ‘hybris’ de Rubiales y Monedero

Tanto Monedero como Rubiales han rubricado su prepotencia sobre el cuerpo de la mujer

El cristianismo le robó al paganismo algunos dioses, ciertos ritos y al Niño Jesús (que ahora se vende en los chinos al mismo precio, 1,50€, que su antepasado, el Cupido romano), y, también, nociones, como la hybris, (en cristiano: soberbia, desmesura, orgullo, insultos, prepotencia). Los dioses o el Espíritu Santo han castigado severamente estos excesos desde Agamenón hasta Rubiales y Juan Carlos Monedero. El ominoso caso de Rubiales o el placaje a que sometió Monedero a Soraya Sáenz de Santa María, tras la moción de censura, han sido castigados ejemplarmente. En el caso de Rubiales, como muy bien apuntó este reputado teórico de género, no aparece para nada el deseo, la libido, sino el ejercicio descarnado del poder, ejercido sobre una futbolista, considerada inferior, ‘una niña’, en argot del deporte femenino, con un beso en la boca, que la poesía y el cine han consagrado como símbolo erótico. El pasado día 27, Monedero escribe en El Público: “Porque no puede ser lo mismo robar un beso, deslizar la mano en un trasero, toquetear sin su permiso a una mujer, violar con violencia, violar en grupo o violar y asesinar”; o placar a una mujer, como hizo el cofundador de Podemos el 1 de junio de 2018 con Soraya Sáenz de Santa María. El PP acababa de perder la moción de censura y Monedero trincó por los hombros a las puertas del Congreso a la vicepresidenta y le espetó: “Me alegra que os vayáis”. La política le contestó: “Chico, esto es la democracia”, y lo agarró por los brazos para librarse de su condescendiente llave patriarcal. La hybris de Rubiales, su inconmensurable soberbia, ha escandalizado a millones de personas. Borrell ha dicho una gran verdad sobre el caso: que nuestras mujeres están aprendiendo a jugar como los hombres. Así es; igual que muchos hombres estamos aprendiendo a hacer croché como las mujeres. Y es que las especialidades ancestrales de hombres y mujeres se han vuelto, venturosamente, fluidas. La irrupción de las mujeres en la vida pública es imparable: luctuosamente, fueron las Guerras Mundiales las que las sacaron definitivamente de sus casas, ante la falta de hombres. Viendo como la princesa Leonor hace la mili, debemos concluir que pocos trabajos van a ser exclusivos de un solo sexo. Solo parir resulta aún actividad reservada a las mujeres. Pero todo se andará.

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