Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

coleraquiles@gmail.com

Ilusionante indecencia

El contribuyente, visto lo visto, más que presumir inocencias puede sospechar indecencias

Ilusionante’ es palabra habitual de los políticos. El caso Ábalos aclara perfectamente el significado del término. Los que lo usan tienen un proyecto ilusionante para ellos, sus amigos y coleguis, no para el común: viajar de balde, tener secretaria (¿no hay secretarios, Ábalos?) y comer en marisquerías. ¡Qué manía con las marisquerías! En ellas se reúnen con sus testaferros, cómplices y apañadores. ¿Es que no hay en España bares estupendos que sirven pinchos de morcilla y patatas bravas? ¿Por qué se convoca siempre a la banda para pelar gambas y cascar un centollo? ¿Es que en la plaza de los Mostenses ya no ponen un chorizo al infierno saciante? ¿Qué le impide a la cuadrilla planear sus latrocinios en torno a un humilde y satisfactorio bocadillo de calamares? ¿Es que en Málaga ya no sirven aquellas contundentes ‘bombas’ de patata que te dejaban ahíto y bien comido para días? ¿Y la tapilla de arroz blanco y medio huevo duro con mayonesa de los Baños del Carmen, no puede valer para, en torno a ella, elaborar los planes de rapiña en tiempos letales? ¿Por qué la cuadrilla ha de planear siempre sus atracos en una marisquería? En la época en la que el PP quedó desnudo de decencia y cubierto de corrupción, tuvimos ocasión de comprobar la ilusión que les hacía a los miembros de este partido recibir sobresueldos, cobrar en negro, recibir comisiones y ofrecerlas. Ahora, Ábalos y el PSOE se nos mueren de corrupción y mordidas. Déjà vu. Y cuando te pillan, lo de siempre: “Respetemos la presunción de inocencia”. Sí, la presunción de inocencia es un derecho constitucional. Pero se refiere a cuando estás imputado, aludido, procesado, o como se diga. Es algo que puedes y debes de esgrimir en los tribunales, cuando te han pillado. Pero el contribuyente (me amarro a esta humilde condición, porque los presuntos indecentes han percudido casi todos los nombres colectivos –también ‘ciudadano’– que nombraban a hombres y mujeres libres dotados de derechos y obligaciones democráticos), o sea, el pagano, con los datos de que disponemos, no siendo nosotros jueces ni fiscales ni abogados, obligados a barajar la presunción de inocencia, nosotros, de salida, tenemos todo el derechos a pensar que del rey abajo, ninguno, aquí y ahora, es inocente hasta que no nos demuestre lo contrario. ¡Tenemos vistas tantas cosas!

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