La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

El 'nongratismo'

Es una ideología con la que los que piensan poco y odian mucho se hacen selfies para parecer más 'cool' ante su parroquia de acólitos

Se está haciendo sustantivo el nongratismo. No es otra cosa que nombrar personas non gratas a quienes cometen el "grave error" de pensar distinto. Habitualmente se hace en los ayuntamientos donde gobierna la nueva política, pero no es extraño verlo también hacer allí donde gobierna la política de siempre. Marinaleda por ejemplo. Es muy posible que el callejero de Marinaleda esté a la par en grosor con el listado de personas non gratas, declaradas así por deseo coercitivo del ilustrísimo señor alcalde marinaleño, Juan Manuel Sánchez Gordillo.

Declarar non grato a alguien hoy en día es un caso tan usual como impropio, cuando debería ser a la inversa si creemos en eso de la pluralidad. A Rajoy lo declararon non grato en su tierra, Pontevedra, los chicos de las Mareas con el apoyo socialí. A Inés Arrimadas la proponen para tal desprecio en Llavaneres, su ciudad adoptiva. También a Enric Millo lo cancelan como vecino ilustre y lo expulsan al nongratismo en su natal Girona, impulsado por la CUP, PDECAT y el apoyo socialí. El huevo acaban de ponerlo también en Marinaleda. Haciendo suya la campaña nongratista de los chavales del procés, Gordillo propondrá declarar non grato a Xabier G. Albiol, exalcalde de Badalona y presidente del PPC, simplemente, por exhibir la bandera andaluza en el Parlament.

El nongratismo es una nueva ideología gilipoyuá, con la que los que piensan poco y odian mucho se hacen selfies guays para parecer más cool ante su parroquia de acólitos, pero que poco tiene que ver con la democracia que predican. Ser non grato a los ojos de la sociedad debería estar exclusivamente establecido para quienes eliminan los derechos humanos de su diario; para quienes consideran el derecho a la vida una suerte de adjudicación arbitraria; para quienes ven supremacía de raza alguna entre las personas. En casos así de inaceptables, como declaración de principios, no dejaría de ser protocolariamente aceptable.

Hacer del nongratismo una táctica política que desprecia la "rebelión" que supone no pensar como quien lo propone, es, además de ridículo, una pérdida del valor de tal declaración, una degradación simplista de la democracia, con la que quienes no llegan a la primera plana de las noticias, pretenden hacerse un hueco que lo permita. Es ruido. Ingrato sonido.

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